viernes, 12 de diciembre de 2008

Más sobre la mujer en la Academia

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A pesar de que hace ya veintiún años que se creó el premio Loewe, hasta el presente, cuando lo acaba de obtener Cristina Peri Rossi, no lo había ganado ninguna mujer. La pregunta que habría que hacerse, al respecto, es si no hubo en las convocatorias anteriores del premio ninguna mujer que lo mereciera. Ayer, Luis María Anson dedicaba su habitual artículo en El Cultural de El Mundo a llamar la atención sobre la escasez de mujeres en la Academia, proponiendo una serie de nombres, algunos muy bien traídos (Clara Janés, María Victoria Atencia, Olvido García Valdés, Carme Riera, Esther Tusquets, Cristina Fernández Cubas y Adela Cortina) y otros -en mi opinión- disparatados. El caso es que, de lo que no se trata es de citar nombres al tuntún. En alguna ocasión, según me han contado, Anson insistió en proponer a Ana Diosdado y los señores académicos, con excelente criterio, miraron al techo y pasaron a otra cosa. Sí se trata, en cambio, de recordar a las que realmente tienen méritos probados y una obra importante consolidada. Y entre ellas estaría también, olvidadas por Anson, la poeta, narradora y ensayista Julia Uceda, la filóloga y narradora Paloma Díaz-Mas, o las filólogas Aurora Egido o María José Vega (ya no tan joven). Aunque de este asunto ya nos ocupamos en esta Nave de los locos el 5 de marzo pasado, y no parece que sea necesario repetir lo dicho.
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Se aducen también, en el mismo artículo de El Cultural, otros nombres de indiscutible mérito, como los de la dramaturga Lluïsa (no Luisa) Cunillé o el de Almudena Grandes, a los que podríamos añadir el de Rosa Montero, periodista y narradora de interés.
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Pero voy a limitarme ahora a comentar dos casos interesantes, de los que cita Anson. El primero es el de Lluïsa Cunillé, en mi opinión, nuestra mejor dramaturga, tanto en catalán como en castellano. El caso es que todavía es joven, aunque -a decir verdad- más jóvenes llegaron Gimferrer y Muñoz Molina a la Academia. Y lo que resulta más grave es que, dada su conocida discreción y timidez, en realidad lo van a tener pero que muy difícil para convencerla. Por otra parte, me pregunto si es razonable hacerla académica cuando su maestro, el excelente autor y dramaturgo José Sanchis Sinisterra, no figura, por lo visto, ni siquiera entre los candidatos.
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Lo más chocante del artículo es lo bajo que deja el listón, al recordar ciertos nombres. Si ése es el nivel para Anson, cualquiera que alguna vez haya publicado un libro podría estar en la Academia, incluidos Antonio Gómez Rufo y Juan Manuel de Prada, por citar un par de casos extremos. El nivel de comparación -me parece a mí- debería estar formado por aquellos escritores que no están y que, sin duda, tienen una obra de calidad suficiente como para ser elegidos, así José Jiménez Lozano, Ramiro Pinilla, Luciano G. Egido, Javier Tomeo, Eduardo Mendoza (si es que quiere, que parece ser que no), Rafael Chirbes, Enrique Vila-Matas, Luis Landero, Quim Monzó y Juan José Millás; o profesores y críticos como Ricardo Senabre, José-Carlos Mainer, José María Pozuelo, Alberto Blecua, Joan Oleza, Leonardo Romero y Luis Iglesias Feijoo, el poeta y profesor Guillermo Carnero, o el ensayista Fernando Savater, con tan buena prosa.
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El criterio para formar parte de la Academia debería ser siempre la excelencia, la calidad, y nunca las cuotas, pues me parecen una humillación para cualquier mujer meritoria. Claro que hay bastantes caballeros que ocupan sillones en la casa y cuyos méritos son escasos, pero una metedura de pata no se arregla con otra. Recientemente, han entrado en la casa, entre otros, Javier Marías y José María Merino, el lingüista Salvador Gutiérrez, el cineasta y escritor José Luis Borau, y el profesor y crítico literario Darío Villanueva. Y ése debe seguir siendo el nivel.
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Por tanto, sin que falten candidatas de lustre, con méritos más que suficientes, como venimos recordando desde hace tiempo, va a ser un poco difícil, como propone el señor Anson, que "durante los próximos díez años, de cada tres académicos que se elijan, dos deben ser mujeres". Me temo que los académicos volveran a mirar para otro lado y, en esta ocasión, además, silbarán.

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Pero si quieren que les confiese un secreto, a mí a quienes en verdad me gustaría ver como académicos son a Angélica Lidell, la postula Anson, y a Rodrigo García. Entonces sí que se lo iban a pasar en grande durante las sesiones. Que sea para bien.
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P.S. Me acaban de contar que Inés Fernández-Ordóñez, catedrática de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Madrid, será la próxima académica. De nada.
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* La primera ilustración es de Arnal Ballester y la segunda de Alma Thomas, Red Rose Cantata, 1973.
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3 comentarios:

Cristóbal dijo...

A mi no me extrañaría nada ver antes a Juan Manuel de Prada en la Academia que a cualquiera de los nombres que, con excelente criterio, tú - si me permites que te tutee - propones.

Tiempo al tiempo...

Fernando Valls dijo...

Esperemos que no tengas razón, aunque cosas peores hemos visto... Y claro que te permito que me tutees.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Julia Uceda sería una buena candidata. Pero entre las filólogas hay una mujer que ha formado a varias generaciones de filólogos latinos y está considerada la mejor filóloga clásica de España. Me refiero a Carmen Codoñer, catedrática de Filología Latina de la Universidad Salamanca, ya jubilada. Personas de formación sobrada como ella deberían ser demandadas por la Academia. Y, cómo no, el siempre olvidado José Manuel Caballero Bonald.
De todas maneras, lo de Juan Manuel de Prada no es tan alarmante, si tenemos en cuenta que Pérez Reverte ingresó a rebufo de su estela mediática. Y, la verdad, no sé dónde está su "excelencia" como narrador.
Un abrazo.