El casi siglo de Muñoz Rojas

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Tres recuerdos me quedan del escritor José Antonio Muñoz Rojas: su trabajo en la Sociedad de Estudios y Publicaciones del Banco Urquijo, apoyando diversas empresas culturales, en tiempos de plomo, como la colección Poesía para todos, de Manuel Padorno y Luis Feria, en la que publicaron casi todos los poetas del 50, como Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Ángel Crespo, Francisco Brines, Ángel González, entre otros; la lectura de su libro Las cosas del campo (1951, reeditado por Pre-textos), mi preferido de todos lo suyos; y el haber propiciado el monográfico de homenaje que le dedicamos en la revista Quimera, por iniciativa del poeta Antonio Carvajal. Y un pequeño disgusto: no haber podido conocerlo, charlar con él, donde a mi me hubiera gustado, en el reposo de su finca de Antequera. Antonio me lo prometió en más de una ocasión, pero dada la edad y la salud del poeta el encuentro resultó imposible.

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"Quiero contarte cosas que me pasan..."

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Quiero contarte cosas que me pasan.

Cuando digo me pasan tiemblo, Rosa,

porque «me pasan» dice muchas cosas.

Esto de las palabras, Rosa, siempre

induce a confusión. Hablo, tropiezo,

caigo, me repongo, vuelvo a caer.

Hablar, Rosa, es darse trompicones

de palabra en palabra. La lengua dice

cosas que no quisiera, a tientas anda.

¿No ves, Rosa, que hablando, como hablo,

caigo en lo mismo y a lo mismo vuelvo?

Cosas que pasan. Te diré que anoche

ardieron los rastrojos, una hermosura

de fuego que en festones se corría

de gozo, dando saltos, crepitando,

la llama daba brincos, le ponía

un rostro diferente a los contornos,

sorprendida la noche en sus silencios

por la herida que abría en sus costados

la navaja de las llamas alegres.

Era una fiesta de purificación.

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