martes, 3 de agosto de 2010

Homenaje a Juan Filloy, 1

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A los diez años de su fallecimiento (1894-2000), por Graciela Tomassini y Stella Maris Colombo
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Elvirus, el mordaz protagonista masculino de la atípica novela filloyana L’Ambigú (1982) sentenció que una de las facultades de los críticos literarios era la de ser “proveedores de olvidos absolutos”. Si bien no puede decirse que Filloy -de quien el mencionado personaje constituye un indisimulado alter ego- haya padecido semejante flagelo, es innegable que hubo una injustificable demora por parte de la crítica académica en reconocer el valor de su legado y que aún hoy resulta insuficiente la atención dedicada a su universo creativo.
Con el propósito de contribuir a la revalorización de su obra, hacia finales de los noventa realizamos un estudio sistemático, con especial atención a los textos narrativos publicados en la década de los treinta, en los que a nuestro juicio se concentran sus mayores innovaciones temáticas, expresivas y narratológicas. Nos complace recordar que en su oportunidad el proyecto contó con el beneplácito de Filloy, con quien tuvimos la dicha de compartir nuestros avances iniciales aunque no así –lamentablemente- los resultados finales expuestos en Juan Filloy: libertad de palabra. Textos críticos y antología (Fundación Ross, Rosario, 2000), ya que nuestro volumen vio la luz poco tiempo después de su fallecimiento, acaecido el 15 de julio de 2000. De esa época guardamos entrañables recuerdos, fraguados al calor de un fructífero intercambio epistolar y de una entrevista inolvidable en la que nos deslumbró con la jovialidad y sabiduría exhibidas en el tramo final de su “vejentud dichosa”, como gustaba llamar a esa etapa de su vida.
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Al cumplirse el décimo aniversario de su partida queremos recordar con renovada admiración a este escritor libérrimo y excepcionalmente fecundo; no sólo para desmentir a Elvirus, sino porque la relevancia de su aporte lo merece. Queremos compartir con ustedes nuestra apreciación acerca de los valores literarios de la obra filloyana, así como también una pequeña muestra de sus textos más breves, idóneos para su difusión desde este medio. Pero antes de adentrarnos en su mundo ficcional nos parece oportuno transcribir unos pasajes del discurso que pronunciara en 1989 con motivo de la recepción del Doctorado Honoris Causa, en la Universidad Nacional de Río Cuarto (Argentina), donde ha quedado plasmada una interesante faceta del perfil humano de este pródigo creador:
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“Insenescencia: la vejentud dichosa”
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(…) cuando el estado físico y el equilibrio emocional no acusa fallas, la vida, la vida fructuosa recién comienza, en una etapa que llamo irónicamente “Vejentud Dichosa”.
Y bien: yo me jacto de encarnar un buen ejemplo de insenescencia (…)
Avizorando ya los noventa y seis años de edad, noto el ámbito espiritual que habito cenitalmente iluminado. Estoy seguro en él. Gozo sus aires y su aura impolutos. Pero algo comienza a mermar... Ya no me imagino invulnerable en el tiempo. (…)
Mi paso no es el mismo de otrora peatonísimo peatón. Siento cancelarse la ilusión de considerarme una máquina perfecta. Ya no piso como antes... Detestando visceralmente al automóvil, mi trayecto vital, más que un trayecto carrozable, fue siempre un deambulatorio a pié, a pédibus andando, un estadio pa
ra pulsar los nervios, un paisaje de morosa delectatio. He caminado constante, incansablemente, con la fruición del tullido que recobra el movimiento. ¡Lo más que puedo decir para enfatizar la dicha de valerme vectorialmente y victorialmente de mis piernas! (…) .......

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Tengo la impresión de que estoy curvándome. Hacia la tierra, por cierto; hacia el polvo póstumo. Y me duele porque siempre aspiré a la gloria minúscula de ser un Coloso de Rodas diminuto, bien implantado sobre dos blocks de almanaque... En esa ciega impresión, mi plomada interna me decepciona. No se porta bien. Oscila, deriva. Se desvía y me desplaza. Caminando ahora, extraño la franqueza de mi tranco y la elasticidad de mi cintura. El despojo y aplomo de antes. ¿Adónde se ha ido aquella misteriosa vertical subjetiva que patrocinaba la rectitud de mi cuerpo? ¿Adónde el recinto iluminado y su columna ideal de alternativos capiteles de emoción y recogimiento? (…)
Prefiero alimentarme con la nostalgia de haber sido un álamo que anda, un gajo itinerante de la selva selvadia que es la vida de relación. Y dejar nomás que un otoño profundo decolore el ramaje que descuajará el invierno. Todo – ¡Oh sarcasmo! – mientras mi alma y mi carne en conjunción y cenestesia viven su postrimer bonanza. (…)
Para concluir, opino que es urgente despatetizar la estampa de ser vetusto. Se ha hecho del viejo, del anciano, el personaje que imanta la piedad y la simpatía, o las dos cosas juntas. La senectud bien llevada no necesita lástima de nadie. Respeto, sí. Y de modo especial para quienes en su decrepitud exhiben retrocesos hacia la infancia, se pierden en el laberinto de la amnesia o viven en el oscuro dominio de la alienación (…)
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2 comentarios:

hugo dijo...

Hola Fernando:

Hace seis años, Siruela se atrevía con "Caterva" -con un gran posfacio de Mempo Giardinelli-, uno de los textos emblemáticos de Juan Filloy. Dos años después insistía con otra obra no menos extraordinaria "Op Oloop". Creo que luego ya no volvió a pecar. A Juan Filloy volvía a persegurle, también de este lado del charco, su fama de "escritor clandestino" -calificativo que el bueno de Antonio Rabinad reivindicaba siempre para sí mismo-

Como es y será siempre uno de mis novelistas de cabeza y cabecera, este comentario podría exceder al artículo mismo.

Sólo dos cosas:
Julio Cortázar le debe cuarto y mitad de su obra a la narrativa de Filloy. Siempre tuvo a gala reconocer su deuda y en el capítulo 108 de Rayuela -obra filloyana de cabo a rabo- le rinde un homenaje explícito a "Caterva".

Segunda cosa, más anecdótica quizás. En los primeros días de la última dictadura -siempre quiero convencerme que fue la última-, un grupo de milicos registraron su casa ( Filloy acababa de publicar "Vil y vil", su parodia más antidictatorial).Después de varias horas de interrogatorio , Filloy tenía 82 años, lo dejaron en "libertad vigilada", él no se mordería la lengua y declararía que "durante unas horas intenté impartirles una clase sobre el significado de la literatura y la vida propia de sus personajes".

Lo mejor del artículo de Graciela Tomasini y Stella Maris Colombo es que prometen una segunda entrega, la espero, como también deseo que algún galeote de LaNave esta tarde vaya corriendoa alguna librería a preguntar por "Caterva" o por "Op Oloop". En esas lecturas uno acostumbra a quedarse a veces "toda una vida" (Machín dixit).

salut,
hugo

Fernando Valls dijo...

Hugo, la entrada de Tomassini y Colombo, se compone de tres entregas, las dos restantes saldrán en los próximos días. No es la primera vez que se ocupan de Filloy en este blog. Puedes verlo en el buscador.
Ojalá recibiera más comentarios como el tuyo. Gracias.