jueves, 30 de junio de 2011

HUGO GARCÍA SARITZU

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EL ÚLTIMO HIJO DE PASÍFAE
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Primeras contracciones. Después de doscientos ochenta días de embarazo, sólo espera que todo pase pronto. Doscientos ochenta días postrada, observando, casi con espanto, el aumento desmedido de su vientre. Sin embargo, Minos, su marido, no ha dejado de jactarse de aquel embarazo gigante ante el estupor mal disimulado de toda la Corte de Cnosos. Ella, que por algo ya ha parido ocho veces, sabe que aquello ni tiene buena pinta, ni acabará bien. Sonríe. Calla. Espera.

(...porque vamos a ver qué culpa tienes tú si Minos -algo habrás de hacer con ese hombre- para afianzar su poder en Creta le pide un toro al carcamal de Posidón con la condición de devolvérselo en sacrificio pero él presuntuoso como siempre decide quedárselo para darle una alegría a su rebaño de terneras Posidón calla es un viejo verde rencoroso y maaalo trama su desquite con la ayuda de Afrodita –esa mosquita muerta que siempre te cayó gorda...

Contracciones cada cinco minutos.

...porque ya me dirás si no por qué aquel día tú lo ves pastando y tu mano se deja querer por su lomo elegante y blanco y tu corazón está a punto de escaparse por tus encías tu corazón hurga debajo de tus uñas te ablanda los tobillos te deshace el aire de las piernas y cierra en falso la boca de tu estómago crees que el placer sólo se conoce en el caos y entonces decides hablar con Dédalo ese ingenioso constructor de artilugios y laberintos que te fabrica una ternera de madera muy aparente en la que se cuelan tu ansia, tu pasión y tu cuerpo.)

Parto de nalgas. La comadrona que la asiste no da crédito a lo que se aproxima. Primero aparecen unos rudimentos de pezuñas, luego piernas y nalgas de becerro –las sirvientas huyen y abandonan a la comadrona-, el resto del cuerpo es el de un niño de nueve meses. Su cabeza exhibe dos prominencias cartilaginosas. No llora, sólo emite bufidos. La comadrona se derrumba.

Minos observa aquel ser envuelto en una sábana de lino. La ira le descompone la sonrisa y el orgullo. “¡Cómo pudiste hacerme eso a mí!”, ruge sobre el rostro agotado de Pasífae. Sale. Ordena a sus guardias eliminar a la comadrona, a las sirvientas y al toro de Posidón. Después, llama a Dédalo. Le muestra al recién nacido y, ante la perplejidad del otro, le espeta: “Ya sabes lo que tienes que hacer con él”.
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(Desde el día en que el ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú decidió colocar en la playa de Ribes Roges la escultura de Pasifae que realizara Oscar Estruga, desde ese mismo día no hay vilanoví que no sea experto en aquel episodio de la mitología griega. Algunos llevan tiempo recogiendo ese hilo de Ariadna...)
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* Hugo García Saritzu (Valle de Río Negro, Patagonia, Argentina) en 1977 se exilió en España donde vive desde entonces. Es doctor en Filología, por la Universidad de Barcelona, con un estudio sobre La recepción crítica de la obra narrativa de Álvaro Cunqueiro. Ha colaborado en los suplementos culturales de La Vanguardia y con las revistas universitarias alemanas Notas e Hispanorama. Tiene una novela inédita: Siempre queda hielo en el fondo del vaso y una colección de cuentos y microrrelatos: La casa de los guardianes del agua, también sin publicar. Se gana la vida como comerciante y mantiene un blog: http://velltalp.blogspot.com/
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