miércoles, 29 de junio de 2011

Ignacio Salvat y el cineclub de los jesuitas

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Trae la prensa la noticia de la muerte, a los 80 años, del jesuita Ignacio Salvat. No voy a contaros que fue un hombre clave de la Compañía de Jesús en Cataluña durante estas últimas décadas, ni su destacada trayectoria en la orden, o su complicidad con el Padre Arrupe, “la persona que ha construido mi historia”, sino en qué momento lo conocí y por qué. Debió de suceder a finales de 1973, o comienzos de 1974, cuando yo empezaba la carrera universitaria en la Universidad Autónoma de Barcelona y vivía en Sant Cugat, en una residencia de Misioneros del Espiritu Santo. Los espiritanos tenían relación con el Centre Borja de Sant Cugat del Vallès, regentado por la Compañía de Jesús y en alguna ocasión vinieron los jesuitas a darnos alguna charla, quizá para mostrarnos que había una cierta iglesia que no estaba alejada de las inquietudes de los jóvenes de entonces, mayoritariamente antifranquistas. A quien más recuerdo es al padre Salvat, quizá porque regentaba el cineforum de la Facultad de Teología, situada en el centro Borja.     

Ahora me acabo de enterar de que el padre Ignacio Salvat fue pionero "en el diálogo entre la fe y el cine, especialmente en la perspectiva social". Parece ser que su formación, en esta faceta concreta, entre sus múltiples saberes, provenía del magisterio de Nazareno Taddei. Con él aprendió las técnicas del análisis cinematográfico, al que unió su pasión por la justicia social y la dedicación educativa y evangelizadora. Me imagino que su formación religiosa, intelectual, se produjo al calor de los cambios que trajo consigo el Concilio Vaticano II. Así, en 1965 se trasladó a Roma, realizando el doctorado en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Gregoriana. Al regresar a Cataluña, en 1969, empieza a ejercer como profesor de Moral y Derecho Canónico. Durante la dictadura franquista estuvo comprometido con la causa obrera, especialmente desde la parroquia de Tarrasa en la cual colaboraba como sacerdote. Cuando yo había acabado la carrera, en 1978, era nombrado Superior Provincial de la Compañía de Jesús, es decir, máximo responsable de los jesuitas de Cataluña.


En ese cineclub de los jesuitas, hacia el que un puñado de aspirantes a misioneros y estudiantes nos encaminábamos dando un paseo, cuando ya había caído la noche, y atravesando por entonces unos lugares compuestos, en su mayoría, por campos de labranza, hoy llenos de casas adosadas, me aficioné al mejor cine, esto es, el de Renoir, Rossellini, Ingmar Bergman o Pasolini. Pero recuerdo, sobre todo, quizá por lo insólito que resultaba entonces, un ciclo dedicado a Eisenstein y otro al cine japonés, con películas de Ozu, Mizoguchi y Kurosawa. A veces nos quedábamos al debate, pero creo recordar que en la mayoría de las ocasiones comentábamos las películas mientras regresábamos de camino a la residencia. Ahora pienso que quizá fue en aquel cineclub de Sant Cugat, y en las conversaciones con mis compañeros de entonces (Juan Ramón, José Manuel, Juan Carlos, Pedro Pablo, José Luis, Carlitos o Juan) donde quedé inoculado para siempre con el veneno del cine.   



* El último mono tiene ya una entrada en la Wikipedia, pero no hay ninguna dedicada a Ignacio Salvat. Dicen que ya no existen jerarquías, quizá porque estamos en la época del poscamabalache, en la que, como en el tango de Discépolo: "Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor,/ ignorante, sabio o chorro,/ generoso o estafador.../ ¡Todo es igual!/ ¡Nada es mejor!/ Lo mismo un burro/ que un gran profesor./ No hay aplazaos ni escalafón,/ los ignorantes nos han igualao./ Si uno vive en la impostura/ y otro roba en su ambición,/ da lo mismo que sea cura,/ colchonero, Rey de Bastos,/ caradura o polizón".

1 comentario:

La abuela frescotona dijo...

Me uno al homenaje a este hombre santo, y sabio. Todos los que hemos sido contemporáneos del concilio Vaticano ll, y aceptamos sus decisiones, fuimos adeptos a ese cine, y a otros directores que tomaban al hombre como la gran incógnita de la Creación, asombrándonos con sus defectos y virtudes.