sábado, 31 de marzo de 2012

Pizza Almeria

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Para aquellos que no acaban de creerse el impacto económico de España en el extranjero, les dejo aquí una muestra de lo contrario. Una cadena de pizzerías de Berlín ofrece a sus clientes, en reñida competencia con la Pizza Mexiko, nada menos que la denominada Pizza Almeria (sin acento). ¿Ingredientes? Por si quieren copiarlos los pizzeros almerienses: Salsa de chili dulce, langostinos, rúcola, tomates cherry, mozzarella y queso fresco. En la carta compite, además, con las pizzas tradicionales: margarita, de atún, vegetariana, primavera, etc., hamburguesas, y con ensaladas y pastas varias. Y de postre se ofrecen helados Ben&Jerry´s. Creo que es justo que les aclare que no he tenido el placer de probar aún la Pizza Almeria.  
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viernes, 30 de marzo de 2012

MANUEL RUIZ AMEZCUA

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TODAVÍA

Alguien habla de su vida
a modo de despedida.
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Alguien que tacha lo turbio
y se encuentra con lo oscuro.
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Alguien pregunta por qué
lo nuestro siempre descansa
sobre otro crimen con saña.
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Alguien que nunca comprende
la humillación del vencido,
la condición del que vence.
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Alguien que viendo las hienas
adivinaba las presas.
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Alguien que mira en la noche
y piensa y dice palabras.
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Un mundo contrario al mundo
arrastrado en la mirada.
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Alguien que recuerda todo,
pero no comprende nada.
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* Manuel Ruiz Amezcua (Jódar, Jaén, 1952) es Licenciado en Filología Románica e Hispánica por la Universidad de Granada, y profesor de literatura en un instituto de Bachillerato. Entre 1974 y el 2011 ha publicado once libros de poemas. Su poesía completa está recogida en Una verdad extraña (2008), prologada por Antonio Muñoz Molina; y su prosa completa, con el título de El lenguaje tachado, ha aparecido por última vez este mismo año. Este poema es inédito.
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jueves, 29 de marzo de 2012

Vuelve la quema de libros

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Una de las librerías que suelo visitar cuando estoy en Madrid es la Antonio Machado, situada en los bajos del Círculo de Bellas Artes. Siempre encuentro algo que me interese, e incluso a veces me encuentro con algún viejo amigo, como Jon Juaristi, con quien me topé en febrero pasado. Dice una noticia de agencia que un hombre ha intentado quemar sin éxito la entrada de esta librería. Parece ser que a primera hora de la mañana se sentó en la terraza situada en la calle Marqués de Casa Riera y en un momento determinado les prendió fuego a varias sillas, alcanzando con ello la entrada del establecimiento. Por fortuna, el fuego fue extinguido rápidamente por los trabajadores de la empresa, alertados por la alarma contra incendios, sin que hubiera daños personales ni materiales.
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En un clima social tan enrarecido como el actual, con la grave crisis económica que padecemos, la quema de libros suele ser siempre el primer paso frente a aberraciones todavía mayores. No puedo dejar de pensar en Alemania, en la España de la Victoria o, más recientemente, en Chile y Argentina. Esperemos que, por una vez, los síntomas sean engañosos. Y, sin embargo, causa desazón leer en la prensa que determinados políticos corruptos, militantes de un partido nacionalista y católico catalán, hayan obtenido el indulto; o que los miembros de Consejo General Poder Judicial tengan como norma la práctica de la llamada semana caribeña, consistente en trabajar de martes a jueves, cargando sus viajes privados, en primera, claro, al erario público. No son más que síntomas de que el huevo de la serpiente parece seguir empollándose.
Hoy jueves, día 29, pese a encontrarme a casi 2.000 kilómetros de mi puesto de trabajo cotidiano, me he sumado a la Huelga general, aunque solo sea para poder gritar a gusto: ¡Viva la Pepa!      
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* El cuadro es de Max Beckmann.
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miércoles, 28 de marzo de 2012

Microlecturas, 3: Rubén Abella

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Mi primer microrrelato es del año 2001. Acababa de volver de La Habana y, mientras revisaba con una pequeña lupa las diapositivas que había tomado, me llamó la atención una imagen. Mostraba un destartalado coche estadounidense, de esos que ya sólo se ven en Cuba. Tras él, dándole la espalda, se alzaba una silla blanca de hierro forjado. Se me ocurrió que esa escena contenía una historia. Después de darle muchas vueltas, imaginé que esa historia podía ser la siguiente:
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El resultado me pareció interesante. La imagen y el texto se hablaban de tú a tú. Quiero decir que no había subordinación: la fotografía no ilustraba las palabras, y las palabras no explicaban la fotografía. El producto de su unión, pensé, ennoblecía a ambas partes. La cosa no quedó ahí, claro. Seguí trabajando esa veta. Fruto de aquel esfuerzo fue un libro, Fábulas del lagarto verde, que aún no he logrado publicar. Consta de más de setenta imágenes y diecinueve historias muy breves, como ésta:
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De este germen bicéfalo surgiría más tarde mi primer libro de microrrelatos: No habría sido igual sin la lluvia. De modo que podría decirse que llegué al género desde la fotografía, más que desde la literatura. Todos los caminos, dicen, conducen a Roma.
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Desde entonces, he escrito indistintamente microrrelatos —ya sin el apoyo de la imagen— y novelas, las dos distancias narrativas en las que me encuentro más cómodo.
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Como narrador he bebido —y sigo bebiendo— de muchas fuentes literarias. De ellas destacaría dos libros que procuro tener siempre cerca porque, los abra por donde los abra, no dejan de deslumbrarme. Uno es Pedro Páramo, de Juan Rulfo, una novela que nos describe a todos. Me impresionan su resonancia, la demoledora pegada de su lenguaje, su valentía, su incondicional adhesión a lo humano, el terso equilibrio entre lo que se cuenta y lo que queda fuera de sus páginas —crucial, este último aspecto, para la escritura del microrrelato—. Mi otro libro de cabecera es Mientras agonizo, de William Faulkner. La primera vez que lo leí, hace ya muchos años, apenas entendí la trama. Lo que sí entendí es que, bien utilizadas, las palabras pueden causar conmoción. Visto en retrospectiva, creo que mi decisión de dedicarme a escribir le debe mucho a esa lectura.
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Aparte de Faulkner y Juan Rulfo, la lista de escritores que admiro es interminable. Dejando a un lado a los más obvios —Cervantes, Shakespeare, Dante—, están el Dostoyevski de Crimen y castigo, el Joyce de Retrato del artista adolescente, el Flaubert de Madame Bovary, el Doctorow de Ragtime, el Kundera de La broma, el T.S. Eliot de Prufrock, el Chejov de “La dama del perrito”, el Walser de El paseo, el Zweig de Carta de una desconocida, el Roth de Elegía, el Hrabal de Una soledad demasiado ruidosa, el Salinger de El guardián entre el centeno, el García Márquez de El amor en los tiempos del cólera… En cuanto al género que me ha traído a esta bitácora, he disfrutado mucho leyendo los microrrelatos de Luis Mateo Díez, Javier Tomeo, José María Merino, Juan Pedro Aparicio y Ana María Shua.
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Las listas, me parece a mí, son siempre injustas e incompletas, y esta no puede ser una excepción. Espero al menos que sirva para dar una idea de dónde vengo. Esas lecturas —y muchas otras—, asimiladas y bien diluidas en mi experiencia, aliñadas luego con la memoria, las palabras y, cómo no, la imaginación, han hecho de mí el escritor que soy hoy.
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Mañana, ya veremos.
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* Rubén Abella (Valladolid, 1967) es licenciado en Filología Inglesa, fotógrafo y escritor. Imparte clase en la Universidad Pontificia Comillas y en la Escuela de Escritores de Madrid. Ha publicado tres novelas: La sombra del escapista (2002), Premio Torrente Ballester, El libro del amor esquivo (2009) y Baruc en el río (2011). También es autor de dos libros de microrrelatos: No habría sido igual sin la lluvia (2007), con el que obtuvo el premio NH, y Los ojos de los peces (Menoscuarto, 2010).
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martes, 27 de marzo de 2012

Sobre `El libro de las horas contadas´, de José María Merino

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Las suertes del destino                             
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A lo largo de su trayectoria literaria, Merino se ha venido mostrando como un escritor inquieto e insatisfecho, enredado siempre entre los pliegues de la ficción y buscando nuevos resquicios para contar sus historias. El punto de partida de este nuevo libro, aparecido en el 2011 en la editorial Alfaguara, fue un relato, “El meteorito”, publicado en el 2009 como homenaje al profesor Ricardo Senabre. Pero cuando el autor quiso agruparlo junto con otros textos narrativos breves le pareció que había algo en el conjunto que no funcionaba del todo, que aquel primer relato precisaba otras compañías y sus personajes, un desarrollo algo mayor.
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El caso es que el citado cuento, con leves variantes, aparece iniciando este volumen. En él nos encontramos ya con los tres protagonistas principales de nuestra historia: el matrimonio formado por Pedro y Mónica, y su viejo amigo Fran; el mismo espacio físico, el viejo chalet del abuelo del protagonista; y el conflicto del que surgirá el resto de la trama. Así, mientras los personajes se hallan tomando el fresco, una estrella fugaz recorre el cielo, fenómeno que curiosamente solo detecta Pedro, llevándolo a recordar una historia ocurrida muchos años antes, en una situación similar, cuando veraneaban en la misma casa y observaron el paso de la estela rojiza que dejaba un meteorito. Ahora, cuando concluya agosto, Pedro va a ser operado de una grave enfermedad, de la que no se sabe si saldrá con vida, por lo que tienen una cierta sensación de despedida. Son estas circunstancias especiales las que llevan al protagonista a contar un extraño episodio que presenció en aquel verano de su juventud, cuando él era novio de Mónica, y creyó descubrir un hecho grave que silenció siempre y cuyo pormenorizado relato inquietará a sus interlocutores. Pero, de inmediato, en el capítulo 3, todo ello queda desmentido con lo que Mónica le espeta a su marido. ¿Qué ha pasado entonces? Pues que Merino nos ha situado ante uno de los malentendidos que todavía hoy planean sobre las relaciones entre la realidad y la ficción. De tal forma que entre los objetivos de esta narración, sin que sea el principal, se halla el mostrarnos por medio de un ejemplo concreto que “la literatura es Otra realidad” (p. 67), por lo que las figuraciones de Pedro no tienen por qué coincidir exactamente con las experiencias vividas con sus amigos. El caso es que tanto a Fran como a Mónica, al reconocerse en la ficción, y comprobar que los hechos no se muestran según sucedieron en la realidad, les cuesta aceptar este peculiar estatuto de lo imaginario; algo comprensible, por otra parte, dado el poco agradecido papel que les ha tocado representar en las imaginaciones del protagonista.  
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Igual que le ocurre a Pedro en nuestra obra, quien ante la inminencia de una grave operación, dado lo hipocondríaco y neurasténico que se reconoce, se dedica a la escritura para aliviar la espera, como una forma de consuelo, en la Novela de Andrés Choz (1976), primera narración extensa que publicó Merino, un hombre al que le habían pronosticado que podía morir dedica el tiempo que le queda de vida a escribir una novela. El marco general del relato se completa con diversas historias que afectan a los principales protagonistas, pues intervienen o están protagonizadas por sus familiares o allegados cercanos; sobre todo, por los avatares que protagoniza Noemí, la novia de Fran. De este marco, decíamos, dimanan numerosos textos breves en forma de cuentos o microrrelatos. Así, Pedro transcribe sus propios sueños, o pesadillas (“La otra casa”), o va escribiendo lo que se le ocurre, sean relatos realistas o fantásticos, dándoselos a leer a su mujer o comentándoselos a Fran, por lo que surge, a veces, un enfrentamiento entre ellos, sobre todo cuando en uno de los textos ambos aparecen como amantes. Esas narraciones intercaladas están pespunteadas por las disquisiciones de un narrador en tercera persona. Semejante sistema de composición, lo ha aclarado el mismo autor, no surgió como producto de un plan preconcebido, sino como resultado de la misma escritura y de las necesidades del conjunto de la narración, para lograr una estructura equilibrada y una cierta relación entre las distintas partes.
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Por estos relatos iremos conociendo distintos estados de ánimo del protagonista, aunque lo que más pueda llamarnos la atención sea su impresión de estar siendo despojado de su propio cuerpo (p. 19), o cómo en un momento dado, un fulgor de forma vagamente elipsoidal, un skrtquo, entra dentro de él (p. 28), inspirándole historias como la protagonizada por un gigantesco arácnido extraterrestre, de la especie zambuliana, desde el instante en que se imagina que aquel meteorito era una nave espacial. A través de estas narraciones Pedro muestra sus miedos, júbilos y melancolías  (pp. 30 y 31), aunque también sabemos, lo confiesa el extraterrestre, que compartimos con ellos el “gusto por la ficción, por los apólogos, los cuentos” (p. 50).   
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Por lo que respecta a los textos insertados, podría decirse que aparecen dos tipos de microrrelatos, compuestos todos ellos en un cuerpo de letra distinto: los que están insertados en la narración general (pp. 50-53), y los que se nos presentan como independientes. Estos últimos, a su vez, se dividen en dos clases: los que pueden leerse al margen del contexto general (“El del espejo” o “Una revelación”) y los que necesitan el conjunto para alcanzar su sentido pleno, como le ocurre, por ejemplo, a “Desvelo” (p. 75).  
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También debería llamar la atención de un lector atento la comodidad con la que Merino se mueve a través de diversos registros, como puedan ser la ciencia ficción, la narrativa de terror o fantástica. Lo que todos ellos tienen en común es una visión crítica de la realidad y un constante sentido del humor, lo que unas veces lleva a Merino al homenaje y otras a la parodia. De tal forma que bien alude, u homenajea las obras de Poe, Andersen, Monterroso y Asimov, o remeda algunas de las obsesiones y motivos de Gómez de la Serna (“Paraguada”); se burla del arte moderno (“El joven deconstructor” y “Arte sideral”); nos muestra lo bizantinas que pueden llegar a ser las discusiones en la Academia de la Lengua  (“Calaveras”); alerta a la Monarquía contra la amenaza de la República (“Nube”); o, por último, contribuye a la prolongación de la existencia de una palabra a punto de desaparecer, en “Divina acercanza”.
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Como suele ser frecuente en la obra de Merino, la narración incluye también una reflexión sobre la escritura y sus diversos componentes; en este caso supone un viaje teórico y práctico al taller del escritor. Hasta tal punto que se nos muestra cómo el narrador parte de la realidad para transformarla a su antojo (“extraños impulsos de la imaginación”, los denomina, p. 27), aun a riesgo de molestar a sus seres queridos, según ya hemos apuntado que ocurre con la historia inicial. O en el caso del capítulo 14, “El gato azul”, en el que tras el cuento se explica de qué modo surgió la idea. Como buen ejemplo de la forma en que aparecen imbricados textos y paratextos, recordemos que para entender el capítulo 22, es necesario relacionarlo con las dedicatorias de la p. 205. El libro, en suma, debe leerse como un conjunto; pero, si queremos calibrar la lectura en toda su complejidad, resulta imprescindible tener en cuenta el sentido de aquellas piezas individuales, y aquí son muchas, que pesan por sí mismas, sin necesidad del marco (valgan como ejemplo “La rabia de Vulcano” y “El canto del cuco”), perfectamente aislables.  
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El título del libro alude al tiempo de vida que Pedro cree que le resta; a la libre utilización del mismo, de las horas, que se hace en la narración; y, desde luego, en su sentido más obvio, a la cantidad de relatos distintos que lo componen, cuya estructura incluye, por ejemplo, “Una semana de ficción” y “Siete novelas al minuto” (la primera de ellas, titulada Las parejas imaginarias, se nos anuncia como la ganadora del I Premio Meteorito de Novela), que ocupan las partes 15 y 18 del conjunto.
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Podría afirmarse, además, que en El libro de las horas contadas muestra Merino, en síntesis, los impulsos de su imaginación, sus obsesiones narrativas, por medio de diversos géneros, estéticas,  procedimientos, motivos o personajes. Además, juega con el “espacio, sueño y tiempo”, según ocurre en el capítulo 8. No en vano, a lo largo de los diversos textos volvemos a encontrarnos no sólo con algunos de sus espacios habituales, como esas viejas casonas montañesas, o las pozas para bañarse; sino también con espejos, identidades cambiantes, el trastocamiento del tiempo o el pasado que vuelve, mundos paralelos, la interrelación entre sueño y realidad, el motivo del despierto y el dormido, el insomnio, la invisibilidad o los artrópodos. E incluso en “Caperucitas”, a la manera que suele ser habitual en el microrrelato, Merino reelabora un cuento tradicional. Creo, por tanto, que no estamos meramente ante una novela híbrida, al uso, porque si bien tiene todas sus trazas, la inserción de cuentos y microrrelatos en páginas independientes lo convierten en lo que podríamos llamar un ciclo de narrativa breve, que podría ser una mixtura, no necesariamente monstruosa, entre el cada vez más frecuente ciclo de cuentos y el todavía poco habitual ciclo de microrrelatos. En suma, este excelente libro consigue ser un afortunado experimento y otro posible camino para mostrarnos la realidad y las aventuras de la imaginación en toda su complejidad.
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* Esta reseña ha aparecido en la revista Turia, núms. 101-102, marzo-mayo del 2012. En la foto de Gemma Pellicer, Merino aparece con Juan Pedro Aparicio y Luis Mateo Díez, junto al monumento al poeta Heine.
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lunes, 26 de marzo de 2012

ROGELIO RAMOS SIGNES

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Ingredientes
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Hay trigo y cebada en La Biblia (Deuteronomio, capítulo 8, versículo7). Hay dátiles (Éxodo, capítulo 15, versículo 27). Hay cortezas de limón (Levítico, 23, 39). Hay pasas de uva y también de higos (Samuel, 30,11). Hay pistachos, como en cualquier desierto que se precie de tal (Génesis, 43,11). Hay moras (Amós, 7,14). Hay manzanas (Cantar de los cantares, 2,3). Hay almendras (Jeremías, 1,11). Hay comino para espolvorear (Isaías, 28,25). Hay miel (Proverbios, 27,7).
Si con todo esto no preparamos un exquisito budín, aunque sea metafórico, no habrá libro de cocina que nos ayude y, lo que es más triste, tendremos que cambiar de religión.
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De cuerpo presente
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Cuando en su modesta habitación murió aquel escritor desconocido, en medio de montañas de manuscritos ilegibles, nadie pudo decir a ciencia cierta de quién se trataba. Así fue durante todo el día, hasta que a la noche llegó un estudiante de Letras que vivía en el vecindario y pidió mirar la biblioteca. Sólo había tres libros: La biblia, Don Quijote de La Mancha y Las mil y una noches.
Para él, el enigma era fácil de resolver y se lo hizo saber al juez de paz con total convencimiento.
— No sé cómo se llamaba el escritor fallecido –le dijo-, pero estoy seguro de que era un microrrelatista.
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* Rogelio Ramos Signes (San Juan, Argentina, 1950) ha publicado novelas, cuentos, ensayos y poesía. Es autor, además, de un libro de microrrelatos, Todo dicho que camina (Universidad Nacional de Tucumán, 2009). El juego que propone es la reescritura de proverbios, a los que se ha despojado de su carácter metafórico para enfrentarlos con la realidad del absurdo.
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* El cuadro, "La gallina ciega", es del gran pintor argentino Antonio Berni.  ....
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domingo, 25 de marzo de 2012

Cómo se trata un cilindro

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Nadie debió de entender tan cabalmente como Juan Gris en qué consistía el arte nuevo, la pintura moderna, cuando comentó: "Cézanne de una botella hace un cilindro. Yo, de un cilindro, hago una botella". 
Así sea. Convirtamos las formas en realidades, pongamos los mecanismos al servicio de las historias, utilicemos la técnica para mostrar una visión más compleja e inédita de la realidad, pero no olvidemos que el arte, la literatura al fin y a la postre, consiste en hacer una botella de anís del mono.    
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* Botella de Anís del mono, de Juan Gris, y retrato del pintor, obra de Modigliani.
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sábado, 24 de marzo de 2012

El Heráclito de LPO

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FRAGMENTOS DE HERÁCLITO
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Hace 2.500 años, Heráclito publicó su manuscrito sobre el Universo depositándolo en el templo efesio de Artemis. El libro se perdió. A través de los siglos nos llegan sus ecos: fragmentos y citas.
Como los hexagramas del I Ching o las páginas palpitantes del TaoTe King, esos restos nos permiten forjar como lectores un libro asombrosamente vivo.
Su forma, ajena al concepto estático y abierta al significado múltiple, provoca que para cada lector, y aun para cada momento del lector, los fragmentos resuenen con matices cambiantes e inagotables.
Durante este invierno he dibujado a partir de 18 fragmentos. No he querido interpretarlos, ni mucho menos descifrarlos, sino fluir en su liberadora apertura, embarcarme en el juego multiplicador que suscitan. He querido explorarlos, disfrutar viviéndolos, porque dibujar es una forma de vivir más.
La exposición de estos 18 dibujos se inaugurará el 26 de marzo en Madrid, y os dirijo calurosamente esta invitación a visitarla, querid@s amig@as.
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jueves, 22 de marzo de 2012

La pesadilla de lo real

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Lo malo de la realidad real, esa que observamos con los ojos de la cara, en la calle, en el metro o en el aula, es que cada vez se parece más a la ficción, a las peores ficciones, a esas que nos inyectan en la telebasura. Lo peor de la realidad, decía, es que casi siempre aparece degradada por ficciones espurias, casi nunca por las más auténticas y nobles.

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* El cuadro es de Gerhard Richter.
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miércoles, 21 de marzo de 2012

Microlecturas, 2: Lilian Elphick

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EL SINUOSO CAMINO DE LO BREVE
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Unos de los primeros microrrelatos que leí fue “Amor 77”, de Julio Cortázar: “Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son”.
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En este texto, a mi modo de ver, no sólo se condensa la anécdota, sino la narrativa completa de Cortázar. Búsqueda, existencia, condicionamiento cultural. Y más.
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A los 15 años no me bañaba, no me entalcaba, y escribía unos textículos muy breves, entre aforismos y poemas. Tenían que ver con la situación del momento, la dictadura horrorosa. Los escribía a máquina, con copia, y luego los trataba de vender a 30 pesos, a modo de panfletos literarios. El resto de mis escritos era poesía pura y perversa.
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A esa edad era una gran devoradora de historias: “La pata de mono”, de W.W. Jacobs; “El tonel de amontillado”, de E. A. Poe, y su frase para el bronce: “Nadie me ofende impunemente”; “Axolotl”, de mi Julito; “Las islas nuevas”, de María Luisa Bombal. Como el colega Manu Espada, vibré con Horacio Quiroga. Soñé muchas veces con “La gallina degollada” y con el precepto VII del Decálogo del perfecto cuentista. También leía las historias de Corín Tellado y las revistas de comics El Monje Loco y Susy, secretos del corazón.  Y cuando era más chica, 8-9 años, escuchaba el radioteatro y la risotada siniestra del Dr. Mortis.
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La poesía no se quedaba atrás. Parra, De Rokha, Teillier, Mistral, Aleixandre, Hernández, Alberti, Lorca, sobre todo Lorca y “la luna vino a la fragua”.
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Estas lecturas me llevaron por el camino de lo breve. Me siento cómoda con el cuento y el microrrelato. He publicado cinco libros y ninguno es novela. ¿Para qué escribir largo cuando se puede sintetizar, omitir, intertextualizar, esconder, laberintear? El género literario es un laberinto del cual no todos salen. Ana María Shua, Luisa Valenzuela, Pía Barros, Pedro Guillermo Jara, Raúl Brasca, Diego Muñoz Valenzuela, Luis Britto García, José María Merino, y tantos/as otros/as más, me atrapan, me sumergen, me aniquilan, me enredan, me conmueven. Gracias a ellos/as y a Kafka, Duras, Pizarnik, Rulfo, Hemingway, Beckett, escribo mis propios abismos, inconclusos, abiertos y despeinados.
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* Lilian Elphick (Santiago de Chile) ha publicado dos libros de cuentos y tres de microrrelatos: Ojo travieso (2007), Bellas de sangre contraria (2009), que obtuvo el Premio Mejores Obras Literarias Editadas, en la categoría de cuento, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Santiago de Chile, 2010, y Diálogo de tigres (2011). Actualmente, prepara Confesiones de una chica de rojo, microrrelatos y cuentos brevísimos. Es editora de la página web Letras de Chile y mantiene el blog Ojo Travieso.

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* En las primeras fotos aparece Julio Cortázar, Luisa Valenzuela y Pía Barros. Y en la foto de Gemma Pellicer, hecha en Bogotá en el 2010, junto a Lilian Elphick, a la derecha, está la escritora y editora Susana Sánchez Bravo. La ilustración de la cubierta del libro es del mexicano Sergio Astorga, conocido por todos los habituales de este blog.  
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martes, 20 de marzo de 2012

Filandón en Berlín

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Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez y José María Merino, por orden alfabético, fueron leyendo anoche sus microrrelatos, uno tras otro, haciendo disfrutar y reír a los asistentes al acto celebrado en el Instituto Cervantes de Berlín. La palabra filandón es un término dialectal leonés con el que se "designa las reuniones nocturnas en que las mujeres hilaban, mientras los asistentes contaban historias". Entre los textos que leyeron están algunos microrrelatos que son ya auténticos clásicos del género, como "Cielo", "Carta sin respuesta" o "El chachachá del tren", de Juan Pedro Aparicio; "El tilo", "El sicario" o "Amores", de Luis Mateo Díez; y "La memoria confusa", "Ecosistema" o "Cuento de Navidad", de José María Merino. En el coloquio, donde explicaron su trayectoria en el género y cómo lo concebían, sus singularidades, exigencias máximas e inconvenientes, Luis Mateo Díez confirmó que desde que acabó el extraordinario Los males menores no ha vuelto a escribir más microrrelatos independientes.  
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Fue, desde luego, un filandón sui generis, ya que debido a que una parte del público solo conocía el alemán, se evitaron comentarios sobre los textos, morcillas, versos adicionales y el desenlace, cada vez más clásico, en donde Merino suele recitar el romance de Delgadina.
Por cierto, la versión traducida de estos textos, leída por el actor alemán Denis Abrahams, resultó memorable.
Las distintas piezas pueden leerse en el volumen Palabras en la nieve, editado por Rey Lear, y ahora también en la versión alemana de Frank Nagel y Karina Gómez-Montero, publicada por Ludwig, Kiel, 2012.
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lunes, 19 de marzo de 2012

RUBÉN ROJAS YEDRA

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Caja cerrada
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Por John Cage,
el primer posmoderno del silencio
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Los miembros del jurado abrieron el sobre. Dentro hallaron once folios. Manuscrito en el primero, leyeron: “ONCE PÁGINAS”. Debajo, un subtítulo, a modo de instrucción: (LEER PARA UNO MISMO O EN VOZ ALTA)”. A continuación, diez hojas en blanco rayadas de arriba abajo en el margen derecho con un único trazo que desembocaba en círculos, rematados con mucha prisa, que contenían la numeración de cada página.
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La reacción inmediata no fue de contrariedad. Por la mesa de reuniones, donde se fallaba el ganador del concurso, circularon los folios, animando la curiosidad de los expertos. El número uno fue a parar a Vázquez, que advirtió pequeñas marcas en la cabecera, puntos, comas, paréntesis, que al instante juzgó leyenda, aún sin referente explícito. Después del dos y el tres, el número cuatro cayó sobre Roivás, que reparó en el relieve que las rayas verticales dejaban, con presión creciente, en el reverso del papel. Cinco y seis fueron objeto de comentario: los trazos planteaban una curva inesperada, desviándose del margen. Siete y ocho merecieron detenimiento: la ejecución de las líneas era ahora lenta y aseada. La hoja nueve, en el clímax, retuvo el interés de la presidenta, que pidió con impaciencia la siguiente, incapaz de interrumpirse en el asunto. La hoja del desenlace atravesó la sala en su dirección. El contenido completo pudo extraerse de sus facciones, plácidas y satisfechas, desde lo amplio de su asiento reclinable.
La organización rechazó la obra. Según las bases, la extensión no podía superar las doscientas cincuenta palabras.
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Rubén Rojas Yedra (Jerez de la Frontera, 1982) lleva once años en Madrid, donde se hizo periodista y prepara una tesis doctoral sobre los articuentos de Juan José Millás. Sus relatos no han visto el papel, pero pueden leerse en su blog  Arte con chinchetas: http://www.perth111.blogspot.com/

domingo, 18 de marzo de 2012

Escritores españoles en Berlín

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José María Merino, Juan Pedro Aparicio y Luis Mateo Díez han recorrido casi medio mundo con su Filandón, que consiste en una lectura comentada de microrrelatos, de los que existe una edición en Rey Lear, con el título de Palabras en la nieve. Mañana lunes, día 19, a las 7´30, estarán en el Instituto Cervantes de Berlín.
El martes, día 20, Javier Marías leerá fragmentos de su novela Los enamoramientos en el cine Babylon, en el barrio de Mitte, a las 8 de la noche. La entrada cuesta 12 euros.
Y el 11 de abril se proyecta el documental de Laura Sipán, Sobre la misma tierra (http://www.acud.de/), en el ACUDkino 1, a las 7 de la tarde.  
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* En la foto aparecen José María Merino, Juan Pedro Aparicio y Luis Mateo Díez junto al monumento a Marx y Engels en Alexanderplatz. La foto es de Gemma Pellicer. 
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sábado, 17 de marzo de 2012

AGUSTÍN MARTÍNEZ VALDERRAMA

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39.00 N, 1.52 O        
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Mi pito señala Albacete. Albacete, ciudad. Desde cualquier coordenada geográfica registra, mide, computa 39.00 N, 1.52 O. Latitud y Longitud. Albacete. El lugar exacto, preciso. No falla. Sólo hay que seguir fielmente la secuencia de puntos imaginarios que conforman la línea recta para llegar hasta allí. Matemático. No se desvía ni un milímetro. Ni siquiera en las condiciones atmosféricas más adversas y extremas. Funciona bajo tierra, en el agua, incluso más allá de diez mil pies. Sí, la pregunta es obvia, evidente. ¿Y en Albacete? En Albacete puedo pasear tranquilo, pero el amor es una sucesión continua de desdichas.
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* Agustín Martínez Valderrama (Gavá, Barcelona, 1976) es licenciado en Filosofía, pero trabaja en el departamento de compras de una empresa de instalaciones. Ha obtenido el premio Relatos en Cadena de la SER por el microrrelato "Carne rebozada". Es autor del blog Previsiones meteorológicas de un cangrejo 2.0 (http://acusmartvald.blogspot.com/).
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viernes, 16 de marzo de 2012

La entrevista feroz

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Leo en un diario una entrevista con el ladrón de arte conocido como Erik el Belga. Tiene 72 años, cinco hijos, con los que vive tranquilamente en Málaga, y ha escrito unas memorias, que no he leído. Afirma haberse retirado de la profesión hace treinta años, se define como “un ladrón de lujo” y se confiesa autor de unos treinta robos, no de los cuatrocientos que se le atribuyen, perpretados –por ejemplo- en la catedral de Tarragona o el Monasterio de Yuste, donde robó un cuadro de El Bosco.
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Ni voy a perder un segundo en defender a un ladrón, o exladrón, ni me cae simpático el personaje, pero me ha sorprendido la ferocidad de la entrevista, la agresividad con que lo trata la periodista. Me ha recordado otra semejante, por la violencia innecesaria que utilizaba el entrevistador, que le hicieron  en ese mismo diario al escritor V.S. Naipaul en el 2011. No he podido dejar de pensar en que esa agresividad quizá sería más útil que la utilizaran los periodistas con estafadores y ladrones mucho más peligrosos, con financieros, empresarios y políticos. Muchos de ellos son entrevistados en ese periódico casi todos los días, pero siempre los tratan con guante blanco. Debe de ser, como ahora se dice, para no causar alarma social.    
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* El cuadro de El Bosco se titula "La piedra de la locura".   
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jueves, 15 de marzo de 2012

Una nueva escuela de escritura en Barcelona: Espai Bohèmia

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Un grupo de amigos, poetas y narradores, todos ellos presentes alguna vez en este blog, han creado en Barcelona una nueva Escuela de Escritura con el prometedor nombre de ESPAI BOHÈMIA. La información detallada la tenéis aquí: http://www.espaibohemia.com/
Les deseo mucha suerte.
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miércoles, 14 de marzo de 2012

Microlecturas, 1: Manu Espada

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MIS MICROLECTURAS
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“Mamá, muerta, estaba verdaderamente hermosa. En tiempos mejores le había prometido el más grande funeral. Ahora, la falta de efectivo no iba a cambiar esa promesa. Limpié la sangre del cuchillo y salí rápidamente para asaltar la Droguería de la esquina”.
Edmundo Kulino
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Hace más de una década me topé con el texto que encabeza estas líneas y me quedé maravillado. En aquella época navegaba por Internet de forma compulsiva en busca de relatos cortos. No existían los blogs, ni el género del microrrelato se había puesto aún de moda, por lo que devoraba todo cuanto caía en mis manos. Uno de los hallazgos fue la página web del “Círculo Faroni”, donde por primera vez leí relatos hiperbreves, como los denominaban en la página. Más tarde, con el boom del género, descubrí que se denominaban microrrelatos. En realidad, yo siempre los había llamado relatos cortos. O cuentos. Sin más. En aquella época comencé a trabajar en Radio 3 escribiendo textos muy cortos, los más apropiados para el medio radiofónico. Más tarde también me enteraría de que lo que escribíamos allí eran microrrelatos (con música y efectos). Además adaptábamos textos de autores reconocidos. Los que más me interesaban eran los de los escritores sudamericanos. Sobre todo Borges. Siempre me interesó Borges. El cuento en cualquiera de sus extensiones empieza y acaba en Borges. También me interesó Cortázar, cómo no. Y Horacio Quiroga. Me impresionó “El almohadón de plumas”. También exploramos formas cortas de escritores anglosajones de terror. El miedo y el misterio es un ingrediente que funciona muy bien en el género corto. Adaptábamos los textos más cortos de Poe, Maupassant, Ambrose Bierce o Lovecraft. No son autores de microrrelatos en cuanto a lo que hoy entendemos como tales, pero no creo que en aquella época hubiera una conciencia de “género”. Todo eran cuentos, sin más. Los autores españoles llegaron más tarde a mi vida, me interesaban bastante menos que los sudamericanos. Me parecía que tenían una prosa más plana, menos sugestiva.
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Pero llegó a mis manos Monzó. Personalmente me marcó Quim Monzó. Intenté imitarlo sin mucho éxito. Después de mi época radiofónica descubrí que lo que había estado escribiendo y adaptando tenía un nombre: Microrrelato. Entonces indagué sobre los cánones de este tipo de escritura, y rastreé las librerías y la red, descubriendo técnicas como “la regresión”, “la inversión”, “el flash back”, “el salto de tiempo”, “los juegos de palabras”, “el micro fantástico”, “el micro realista”, “el micro surrealista”, etc. Hasta llegar a la experimentación de Luis Britto o Hipólito G. Navarro. Por el camino me topé con autores Eduardo Galeano, Monterroso, y más tarde con las letras de Juan José Arreola, Raúl Brasca, José María Merino, Luis Mateo Díez, Ángel Zapata o Ángel Olgoso. Posteriormente vinieron más autores, algunos tan conocidos como Ana María Shua, una escritora muy interesante, porque ella sola recogía casi todas las técnicas que había ido descubriendo de manera individual en los autores que había leído antes. Sus textos me parecieron una enciclopedia docente que recopilaba todo lo anteriormente escrito, pero con un plus personal que la hacía genuina. Después de a Shua leí algunas antologías para completar las lagunas técnicas que pudiera tener.
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Otro escritor de lo mínimo que me fascinó en este proceso de descubrimiento fue Javier Tomeo. Usaba la técnica del guión en su literatura, lo que me descubrió que podía unir mi faceta de guionista con la de escritor literario. Además, Tomeo lidiaba a la perfección con algo tan difícil como es el diálogo. Sus microguiones de teatro de las Historias mínimas son genuinos, impactantes y plagados de imágenes bellísimas (luces que niños prenden del pelo de sus madres o paisanos que apagan estrellas con un dedo).
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Actualmente me interesa un autor tan solvente como es Manuel Moyano, y también estoy pendiente de la evolución de la magnífica Isabel Mellado. La trayectoria de Miguel Ángel Zapata, con su lirismo inconfundible, me parece muy atractiva. Y sigo de cerca a un puñado de autores surgidos de lo que denomino Generación Blogger. Autores que han nacido al calor de la red y de los concursos, y entre los que destacaría a Isabel González, Rosana Alonso, Lola Sanabria, Jesús Esnaola, Gabriel de Biurrún y Agustín Martínez Valderrama. La prueba de su valía es que Isabel ya ha publicado un libro excelente y Rosana, Jesús y Agustín brillarán en papel en breve. Por mi parte, continúo aprendiendo de los libros de los clásicos, y sigo rastreando la red, porque, aunque casi todo está inventado, siempre me llevo alguna sorpresa.
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* Manuel Espada (Salamanca, 1974) es Licenciado en Periodismo y Máster en Radio. Lleva catorce años de guionista en programas de entretenimiento y ficción de RNE, TVE, Antena 3, Telemadrid y Telecinco, donde trabaja actualmente. Ha publicado la obra de teatro El tercer día, el libro de humor Un poquito de por favor, los libros de relatos El desguace, Fuera de temario, y el volumen de microrrelatos Zoom. Ciento y pico novelas a escala. Ha ganado el premio “Relatos en Cadena” de la SER y mantiene el blog La espada oxidada (http://manuespada.blogspot.com/).
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* Con el texto de Manu Espada inicio una nueva sección a la que iré invitando a diversos escritores de microrrelatos para que nos cuenten su relación con el género, sus autores y libros preferidos. 
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martes, 13 de marzo de 2012

Los microrrelatos como proyecciones de sombras

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Si Gorki afirmaba que el cine no era la vida, sino su sombra; quizá podría decirse también que los microrrelatos son proyecciones de sombras de las mejores narraciones, ni más ni menos, pero deben escribirse en blanco y negro, pues se componen alimentando secretos, con perfiles y huellas, entre silencios.
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* El cuadro es de David Hockney.
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lunes, 12 de marzo de 2012

Nemorino/Villazón

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En pocas ocasiones he visto a un cantante de ópera tan identificado con un personaje como Rolando Villazón con el Nemorino de L´elisir d´amore, de Gaetano Donizetti. La semana pasada vi esa ópera en dos ocasiones, ambas con la presencia del cantante mexicano en el mismo papel. La primera, en una versión excelente, grabada en la Ópera de Viena, en el 2005, en la que el papel de Adina corría a cargo de Anna Nebretko, perfecta como coqueta, aunque algo menos creíble en calidad de campesina ilustrada, enamorada del rústico Nemorino. Por cierto, la prensa alemana ha denominado al dúo Netrebko/Villazón “la pareja de ensueño de la ópera” (Traumpaar). Lo que me gusta de la cantante rusa, ahora también austríaca, es que si sumamos presencia, voz, calidad interpretativa y entrega, puesto que todo ello cuenta, aunque sea en distintas proporciones, pocos la igualan.
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Además, he presenciado en directo un montaje de la Staatsoper, ahora en el Schiller Teather, mientras continúan las obras de su sede en la Unter den Linden. En esta ocasión, el papel de Adina corría a cargo de Anna Samuil, que tampoco está mal.
L´elisir d´amore, cuyo libreto es de Felice Romani, aunque inspirado en la pieza del exitoso Scribe, se estrenó en 1832 en el Teatro Cannobiana de Milán. Su argumento es muy sencillo, pues se nos cuenta cómo un campesino acaba conquistando el amor de la joven rica y agraciada del pueblo. Él cree que lo ha logrado gracias a la pócima mágica adquirida, pero los espectadores ya sabemos que posee sus propios méritos, quizás el mayor de ellos consista en el empecinado amor que siente por la joven. Pero, además, ha heredado una fortuna, aunque él no lo sepa, momento en que recibirá los requiebros de todas las mujeres del pueblo y la hasta entonces castigadora Adina, al verlo tan solicitado, se dará cuenta de que está celosa…
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El peso de la obra lo llevan cuatro cantantes, tres de ellos masculinos. A los dos enamorados se suma el sargento Belcore y el charlatán Dulcamara. Este último es un papel cómico de rechupete; entre los secundarios, me parece uno de los más agradecidos de la historia de la ópera, hasta donde yo sé, claro, que tampoco es mucho, pues le proporciona al cantante diversos momentos para lucirse, sobre todo con la interpretación en diversas escenas de una pegadiza barcarola. En las dos versiones que he visto, estos dos papeles, digamos que secundarios, los cantantes lo hacían de manera sobresaliente; no en vano se trataba de Leo Nucci e Ildebrando D´Arcangelo en la grabada, y de Alfredo Daza y Alfonso Antoniozzi en la versión en directo.
Si a todo ello añadimos que Nemorino/Villazón canta el aria “Una furtiva lágrima” y que en Viena le aplaudieron tanto que optó por repetirla, no es necesario decir mucho más sobre el encanto extraordinario que posee esta ópera buffa romántica, pero con personajes humanos, perfecta para aquellos que quieran pasar un rato amable disfrutando de buena música y excelentes cantantes.   
Solo un dato negativo. En 1920, el gran Caruso, interpretando a Nemorino en Nueva York, tosió sangre mientras cantaba y siguió hasta el final, muriendo nueve meses después.             
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domingo, 11 de marzo de 2012

MARGA CLARK

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Era un sueño
no, era un pájaro que volaba con mis sueños
no, era yo que volaba en mi sueño
no, era el sueño que me abandonaba
no, era yo que escapaba del sueño
no, era yo que huía de mí
no, era yo
no era
NO.
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u u u
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El silencio es inacabable
como el espacio entre los versos
de un poema
como el espacio entre las palabras
de un verso
como el espacio entre las letras
de una palabra
como el espacio entre mi agonía
y la muerte.
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* Marga Clark (Madrid), escritora y fotógrafa, realiza su carrera universitaria y cursos especializados de cine y fotografía en Nueva York. Ha estudiado Psicología del retrato con Pilippe Halsman. Sus textos poéticos aparecen acompañando las imágenes de libros de bibliófilo y carpetas fotográficas. Entre sus publicaciones destacanr, en el campo de la fotografía: Movimiento Estático (1985) y Agua (1991); entre los libros de bibliófilo: Flor de fuego (1996y De Profundis (1989); el ensayo Impresiones fotográficas (1991); los libros de poemas: Del sentir invisible (1999), Auras (2001), Pálpitos (2002), El olor de tu nombre (Premio Villa de Madrid de Poesía 2008 (Francisco de Quevedo), Amnios (2009) y Campo de batalla (2010); así como la novela: Amarga luz (2002, reeditada en el 2011). Este poema inédito forma parte del libro Lucernario (www.margaclark.com).
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