lunes, 21 de mayo de 2012

FÉLIX TERRONES

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Juegos familiares
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Mi hermano menor me espía mientras me ducho. Apenas le echo el seguro a la puerta, lo escucho cerrar sus libros y acercarse, con sigilo equívoco, hasta la cerradura. Entonces, bajo su atenta mirada, me desabotono el pijama, me quito el corpiño, dejo caer las bragas. Mientras el agua caliente cae sobre mi pecho y corre entre mis piernas, intuyo el movimiento detrás de la puerta, la sorda agitación y el espasmo final. Por eso, se lo conté a papá quien, atónito y furioso, me dijo que no me preocupara más y lo olvidara. Así, esta vez cierro la puerta con la seguridad de que mi intimidad será mía, sólo mía. Escucho unos pasos, un cuchicheo y después nada más, nada de voces ni gritos, más bien un silencio húmedo, cómplice y abyecto toma asiento sobre mi piel.
Creo que esperaré a mamá para salir de la ducha.
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Las manos
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Mi mujer tenía hermosas manos, hermosas manos largas que se estiraban por las mañanas cuando se despertaba y me acariciaba la mejilla. Hermosas manos de dedos que recibieron mis votos y también el aro que le ofrecí el día en que nos casamos. Hermosas manos que tejían, entusiastas y contentas, chompitas, mediecitas y mañanitas para el bebé por venir. Hermosas manos que se crisparon y entumecieron como preguntas sin respuestas y ahogadas bajo el peso del almohadón, el mío.
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Border patrol
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Ayer encontré a dos mexicanos. A uno le rompí la nariz de un puñetazo, al otro le fracturé el brazo con mi porra. El mes pasado fui el agente que hizo más arrestos de ilegales. Mis preferidos son los polleros y los coyotes. A ellos los desvisto antes de golpearlos y ahogarlos en cilindros de agua. Ahora se habla de condecorarme por los servicios prestados al Estado de Arizona. Por eso, sonreí apenas los divisé en el horizonte, un grupo de cinco: dos hombres, dos mujeres y una niña. Los dejo hacer, arrastrarse entre los matojos de hierba, detenerse detrás de roquedales, mirar a todas partes para convencerse de que nadie los ha visto ni los persigue. Cuando llega el momento me llevo la escopeta al hombro. Apunto. Sin embargo, algo me detiene. He reconocido a una de las mujeres. De hecho, es mi esposa quien lleva de la mano a nuestra hija. Recuerdo lo que la gran puta me dijo anoche, que ya no podía conmigo, que quería recuperar su libertad, que de ser necesario estaba dispuesta largarse a México a vivir entre esos cochinos mejicanos, llena de moscas y mierda. Todavía puedo evitarlo...   
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* Félix Terrones (Lima, 1980) es escritor, crítico y traductor peruano. Se ha doctorado en literatura por la Université Michel de Montaigne de Burdeos (Francia), con un estudio sobre los prostíbulos en la novela latinoamericana. Ha editado la obra de Sebastián Salazar Bondy para la Biblioteca Ayacucho (2012) y, como traductor, forma parte del colectivo Rebelión.org. Es autor de las novelas cortas recogidas en A media luz (PUCP, 2003) y de la novela El silencio de la memoria (Mundo Ajeno, 2008). En la actualidad, está acabando la novela La tierra prometida. Estos microrrelatos son inéditos.
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* El cuadro es de Gerhard Richter.
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5 comentarios:

Susana Camps dijo...

Tres micros en primera persona con la intensidad como protagonista. Intensidad en las relaciones familiares, de pareja, sociales. Me parecen voces muy distintas y muy trabajadas, tres cinismos que golpean la conciencia del lector. Los detalles en la crueldad policial son impactantes.
Lo breve, si contundente...
Abrazos.

Pedro Herrero dijo...

La violencia se desnuda mejor en primera persona, sin narradores objetivos que la dosifiquen o la filtren para apaciguar sus efectos. Tanto en la violencia recibida del primer texto, como en la provocada que exponen los otros dos, la voz protagonista es fría y convincente, tanto para describir gestos íntimos, como para mostrarse poética, como para casi explotar de ira. En mi opinión, el autor consigue colocar esa voz a muy corta distancia del lector, y logra así una mayor y más fructífera sacudida. Cordiales saludos a Félix.

Emilia Oliva dijo...

Duros, duros, durísimos estos textos que desvelan una cara nada soportable del hombre. La desnudez, no sólo es del texto, impecable en ritmo, vocabulario, tránsito; también del alma, que la deja en puro cuerito, al descubierto, tiritando.

Arroyo dijo...

Estos micros los he percibido como disparos a bocajarro, a sangre fría, sin contemplaciones. Aún estoy dolorido por los impactos.
Muy buenos.

Félix Terrones dijo...

Agradezco al señor Valls por el espacio que tan cordialmente siempre me ha prestado en su blog. Agradezco también los comentarios que me dejan y me parecen bastante enriquecedores. Un abrazo! Félix