miércoles, 18 de julio de 2012

Manuel Espada en Vietnam

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En 1975 los norteamericanos se retiraron definitivamente de Vietnam en el que fue su conflicto bélico más largo y destructivo desde la Segunda Guerra Mundial. La fotografía de los americanos huyendo en helicóptero desde los apartamentos que tenía la CIA en Saigón (y no desde la embajada, como siempre se ha dicho), dio la vuelta al mundo como símbolo de una victoria pírrica en la que murieron desde 1964 unos 4 millones de vietnamitas y unos 55.000 estadounidenses. La primera guerra televisada de la historia. La guerra en la que murió Robert Capa al pisar una mina. Una infamia en la que el capitalismo y el comunismo pretendían aniquilarse sin contemplaciones. Casi 30 años después y varias películas de Hollywood críticas o patrióticas (desde Boinas verdes a Platoon, Rambo o la josephconradiana Apocalypsis Now, que tuvo un presupuesto millonario para no pasar por la censura del Pentágono a cambio de helicópteros), Vietnam es otro país distinto, que nada tiene que ver con los tópicos del cine bélico en el que todos odian o aman a Ho Chi Ming, el tío Ho, que sale en todos los billetes, tan devaluados (25.000 dongs equivalen a un euro). Eso sí, en varios lugares del país hacen una excursión por los túneles que excavaron los guerrilleros, auténticas ciudades bajo la tierra, con cocinas sin humo “delator” gracias a los diferentes estratos. Los túneles de Cu Chi se han convertido en una especie de parque temático en el que los turistas pueden meterse en los túneles de apenas un metro de altura e incluso disparar con Kalashnikov, M-16 o ametralladoras pesadas a razón de un dólar por bala en el campo de tiro. El pasado bélico de Vietnam hace que sus habitantes se sientan orgullosos de su resistencia. Los franceses conquistaron Indochina (Vietnam, Laos, Camboya) con ayuda de los españoles de Filipinas, ya que estaban “tropicalizados” e inmunizados contra las enfermedades de la zona. Cosas de las alianzas hispanofrancesas de la época napoleónica. El país está inundado de los edificios amarillos que los franceses plantaron por la zona. La película Indochina es una de las pocas que muestran la época (brutal) de las colonias francesas, a la que siguió la época de la invasión japonesa, por no hablar del intento de invasión chino tras la guerra con los americanos, una batalla en la que murieron más de 20.000 chinos.
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Luego vino el intento de invasión camboyano, que acabó a la inversa, con la toma de Camboya por parte de Vietnam y el declive de los seguidores genocidas de Pol Pot. En Vietnam nada queda de todo esto. En la bahía de Halong en la que transcurre parte de la película Indochina ya no hay juncos (barcos típicos de vela), sino que está rodeada por inmensos mercantes oxidados que afean la zona. También hay un pueblo de pescadores que viven sobre las aguas en casas flotantes, con escuelas de primaria y perros que van de casa en casa. Aguas marrones llenas de medusas enormes y ciempiés de agua. Arroz y motos. En realidad hoy en día Vietnam parece un gigante campo de arroz rodeado por ciudades superpobladas por millones de motos. Millones. Literalmente. No hay espacio para los coches. Ni para las casas anchas. El Gobierno entrega un terreno estrecho y las casas sólo pueden crecer a lo alto. Llama la atención lo estrechísimas que son las edificaciones. Una familia puede compartir una casa de 10 metros cuadrados en un país de más de 86 millones de habitantes, el 13º con más densidad de población del Planeta. Pese a la destrucción norteamericana, que devastó el país con napalm y agente naranja (dioxinas, la toxina más potente del mundo), las lluvias hacen que el verde y el agua lo inunde todo. Pero aún hay muchos lisiados por las minas y las malformaciones que dejaron los americanos. Aun así, el comunismo atípico del país permite que multinacionales como Coca-Cola campen a sus anchas, chicas con camisas que lucen la bandera americana toman el sol, y millones de mujeres se tapan de la cabeza a los pies para seguir el canon de belleza occidental. No quieren ponerse morenas y se tapan, pese al tremendo calor, de la cabeza a los pies, como si llevaran un burka. Aseguran que es el moreno lo que no les sienta bien, no la piel morena, y sólo se quitan los ropajes y las mascarillas por la noche. El sol es el enemigo. Como vampiresas.
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Desde Hanoi, en el norte, hasta Saigón, en el sur, las motos, el sol y el agua de los monzones invaden un país comunista que permite Facebook y Twitter, pero no el acceso a los blogs. Una extraña censura pseudocomunista-capitalista en cuyas calles se pueden ver todas las marcas del mundo occidental, desde Armani hasta la Adidas alemana que patrocina las fotos de la selección española que adornan algunas calles de Saigón, con Xabi y Xavi al frente. La industrialización del país alterna con la artesanía y las pequeñas piscifactorías de “panga” en el delta del Mekong, aguas marrones y pescado barato y competitivo. Los veteranos de guerra rondan los 60 años, la población joven se ha olvidado del conflicto y son muchos los que se saben la alineación de “La Roja”. Les entusiasma el fútbol, adoran el agua, odian el sol, y están orgullosos de sus búfalos de agua, criaturas hermosas. Arroz, motos, sombreros cónicos, orgullo y dignidad. Un país encantado de conocerse. Supervivencia pura. Hace mucho que no huele napalm. Hace mucho que no son la Cochinchina, el término con el que bautizaron los franceses a una parte del país con el fin de “divide y vencerás”. Arroz y agua. Orgullo y agua. Y arroz. Arroz.
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15 comentarios:

Beatriz AA dijo...

Has convertido un mundo tan lejano en cercano, por un momento.

¿Te ha cautivado, Manu?

Me alegro de tu aventura asiática.

Anónimo dijo...

Buena crónica. Así da gusto viajar desde la silla, con tan buen cicerone que te hace recordar las imágenes tantas veces vistas en el cine.

Bienvenido a casa, Manu

Gracias Fernando por tan buena idea.

Pedro Sánchez Negreira dijo...

¡Una crónica formidable, Don Manu!

A mí, en los ochenta, me tocó conocer -y trabajar con- algunso veteranos americanos de la guerra. Los que aún mantenían buenas dosis de cordura hacían una descripciones de aquel país que se acercaban mucho a la tuya.

Un abrazo,

Paloma Hidalgo dijo...

La crónica sobre Vietnam que acabo de leer me ha enseñado muchas cosas que desconocía, pero me ha confirmado que Manu sabe contar, en pequeño, en grande, en diminuto... sabe contagiar al lector con su entusiasmo.

Saludos
Paloma Hidalgo

AGUS dijo...

Una crónica que se aleja de los clichés y estereotipos que el cine y la literatura han creado, como si sólo existiera ese Vietnam. Antes, ahora y siempre. Un país por descubrir, en el que pudiera parecer que uno ya ha estado en infinidad de ocasiones, más allá del estigma de la guerra.

Un placer leer a Manu.
Gracias, Fernando.

Abrazos-

Araceli Esteves dijo...

Excelente la mirada de Manu, otro que debería escribir guías de viaje. No sabía que preparar para comer hoy, pero la duda desaparece después de leerle: arroz.

Unknown dijo...

que bonito Manu. Espero que hayas disfrutado tanto o más como a nosotros leyendo tus palabras y recordandome esa pelicula, para mi, tan maravillosa y que está entre el top ten de mis preferidas.
Carolina Diez

Unknown dijo...

Muy buena crónica, si señor. Me has hecho recordar una de mis top ten Indochina, que preciosidad

Arte Pun dijo...

Pues ya hemos estado en Vietnam, y baratito que nos ha salido.

Gracias Manu. Abrazos

Miguelángel Flores dijo...

Una crónica muy interesante, Manu. Y muy entretenida, que también es importante, mantener el interés para no acardarte de que tienes la ropa tendida o has puesto a hervir unos huevos...

Abrazos, Manu.

Lola Sanabria dijo...

Me acabo de dar un paseo, más histórico que turístico, por ese Vietnan donde los vietnamitas mataban dragones con tirachinas.

Excelente crónica, Manu.

Abrazos arroceros.

Enmascarado dijo...

Creo que es un país que enamora, a mi que me encantan los programas de viajes, te puedo decir que me gustan por esa visión tan lejana y personal de los viajeros, la tuya ha sido maravillosa, se nota que te ha gustado y que para nada te has arrepentido. Además, haciendo un cameo a la canción de si la canta Chavela Vargas...yo le pondría un "si la cuenta un tal Manu Espada".
Me gustó tu viaje.
Un abrazo.

anTón dijo...

Querido manu;
qué ganas tengo de verte. Que sepas, por cierto, que en Francia, lo último en decoración es el óxido. Lo digo porque si te traes un barco de esos arrasas en cualquier feria del mueble. Un saludo a tí y al que te aloja.

Manu Espada dijo...

Gracias a todos por acompañarme en este viaje hasta el lejano Oriente. Y al capitán de La Nave por ja travesía. Un abrazo.

Rosana dijo...

Gracias por hacernos viajar a través de tus palabras




Abrazos