viernes, 26 de julio de 2013

Caniac-du-Causse, Lot. Una crónica existencial, por GABRIEL DE BIURRUN


Una tranquilidad de fin del mundo.
Un silencio de fin del mundo.
Desde el jardín, la pared de la casa está fresca de día y caliente de noche.
Las polillas vienen a la luz como los curiosos a un accidente.
La luna amarilla se escapa mientras en Caniac tres farolas aguantan la noche sin molestar a los dos millones de estrellas.
Como cabezas mal rasuradas, las colinas de Lot lucen cuadros verdes y aristas de árboles oscuros, llenos de arañas, de polillas, de verde, marrón, negro, la luna.
En lo profundo del valle no está el río, sino más valle, carreteras que te llevan a cualquier sitio en nueve kilómetros. Cahors 9 km. Padirac 9 km. Rocamadour 9 km.
Hay un murciélago. Un murciélago que hace piruetas porque sabe vivir esta felicidad tan presente. Esta felicidad que se te escapa de las manos cuando miras al frente y sabes que te vas muriendo, que un día menos, que una botella de Luis Cañas y tocino a la brasa y que sólo para recordar. Rocamadour, no están los críos con madame Irène, están ahí, en los columpios, creciendo a un ritmo de tres por cuatro. Ahora no rozan sus pies el suelo, ahora quieren dinero para salir a cenar, ahora me dicen viejo y me quitan el carnet.
Y nadie esconde las manos como hacen algunos animales malignos, porque todo aquí es manos al aire, manos sucias, manos de tierra y bichos; de tocino y galleta con leche. Y yo me voy muriendo en un futuro tan cercano que ni siquiera sé cómo me veo ahora aquí, tan yo, tan de ellos.
Fumar ayuda a tocar suelo. La ceniza, el cenicero, la rutina de chupar y soplar. Me muero a pocos. Sí. A muy pocos, pero me muero igual, y no importa, porque tenía. Tenía que morirme, era el pacto, la embarcada, la chama. Pero cuando llegue –y ni pucho, ni Luis Cañas, ni la madre– levantaré una cabeza calva de oruga y gritaré con una voz rasposa de hombre con barba. Gritaré qué carajo, que cómo me reí, que cómo la viví, que como los pelos de punta a la orilla derecha del río con Rocamadour grande y loco a mi izquierda, trepándole la panza al cielo en un abismo de buitres y ventanas locas.
Carajo que la viví.
Y yo le diré, hermano, consígame dos Montecristos rubios y recios como la pierna de una señora, que me voy a fumar la vida, aquí, con el viejo, en Rocha, en Montevideo, qué sé yo. Pero tal vez eso está por cumplir.
Y esto no.
Esto ya.
Esto sí.
 
Cahors. Pont Valentré

Caniac-du-Causse. Luna

En Sainte Catherine. La Bastide-Murat

Jardines secretos de Rocamadour

La Maison de Lompech

Rocamadour

Rocamadour

Rocamadour

Santuario de Rocamadour

* Las fotos son de Gabriel de Biurrun.
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ESPERO QUE ME MANDÉIS CRÓNICAS DE VIAJES O COMENTARIOS SOBRE UNA CIUDAD QUE OS GUSTARÍA VISITAR.
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6 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

¡Uy, me ha gustado mucho esta crónica existencial! No sabía absolutamente nada de este autor. Muy interesante.

Isabel dijo...

Original crónica y sugerentes fotos.

Saludos

AGUS dijo...

Existencial: tocino, vino y puros. Y también, claro, sentimental: polillas, la luna y ese affaire estival y clandestino con Madame señal. En todo caso una crónica exquisita, en la que uno podría imaginar que el viajero en realidad ya estaba allí cuando se fue, pero que aún así tuvo que ir para volver. Es lo que tiene ser arrojado a la vida así, al tuntún, y sin el consentimiento de uno. Eso sí, haría bien Gabriel en devolver a su lugar de origen a su estimada señal, no sé si su nueva ubicación en el centro de Pamplona es la más acertada y pertinente.

Abrazos.

Paz Monserrat Revillo dijo...

Se puede escribir de manera menos poética que en este texto pero creo que es imposible hacerlo de forma más profunda.Abrazos

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Ante esto uno sólo puede aplaudir.

Propílogo dijo...

No sé dónde habrá caído mi comentario.
Decía que al principio fueron sólo notas para una crónica más académica, pero luego me pareció que tenía suficiente chicha para ir así, un poco a trompicones.
Mademoiselle señal, Agus, estaba, como todo en Francia, profundamente enraizada.
Muchas gracias por los comentarios. Y muchas gracias, Fernando, por permitirme participar una vez más.
Saludos
Gabriel