lunes, 29 de junio de 2015

Ana Mendoza, premio Nacional de Periodismo Cultural

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Que Ana Mendoza, periodista de la Agencia EFE, haya sido galardonada con el premio Nacional de Periodismo Cultural, dotado con 20.000 euros, es una excelente noticia y un acierto por parte del jurado, que la ha distinguido por su «larga trayectoria dedicada a la información cultural en la Agencia EFE, donde realiza una labor callada que sirve de base para la gran difusión de la cultura, especialmente en el ámbito de la literatura –con más de 900 entrevistas a grandes autores- y abarcando desde la actividad de las Reales Academias hasta la de otras instituciones que defienden el español en el mundo».
Desde hace años vengo observando como Ana Mendoza (Sevilla, 1952) cubre con imparcialidad, insólita discreción y eficiencia, la información sobre el Premio de la Crítica. 
En esta ocasión formaban parte de jurado Diego A. Manrique, Antón Castro, Soledad Puértolas, Manuel Rivas, Adolfo Arejita, Jordi Cornudella, Balbina Prior, Teresa Pérez, Fernando Huici, Josep María Casasús y Rosa García Caro, entre otros. 
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sábado, 27 de junio de 2015

DIETER INGENSCHAY: LECCIÓN FINAL

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Ayer, 26 de junio, se celebraba en todo el mundo el día del orgullo gay, el congreso de los Estados Unidos aprobaba el matrimonio homosexual y el doctor Dieter Ingenschay impartía su última lección en la Universidad Humboldt, en una sala llena de profesores, antiguos alumnos, familiares (incluida su nieta Lola) y amigos, quienes al final de su jugosa pero sintética intervención, ilustrada con imágenes y documentos, le tributaron una larga y sentida ovación (nada de golpes con los nudillos en la mesa, sino palmas) solo comparable a las que recibe Anna Netrebko o Jonas Kaufmann en los teatros de ópera de la ciudad.
Primero, la decana de la Facultad de Filosofía recordó los méritos del profesor, su singular personalidad, arrancando la risa y aquiescencia de los presentes a partes iguales, y luego el doctor Ingenschay desplegó su sabiduría y habilidades para abordar la nueva novela histórica hispanoamericana en las ficciones que se habían ocupado de Alexander von Humboldt, el sabio ilustrado. Título: “El Humboldt cotidiano. Escenas berlinesas, novelas latinoamericanas”. Como no podía ser menos en su caso, se trató de una lección heterodoxa en la que se comentaron diversos episodios relativos a novelas recientes en los cuales se mostraba la homosexualidad del científico y viajero que da nombre a la universidad que nos acogía, y sobre la que suelen pasar de puntillas los políticos y estudiosos bienpensantes.
Mientras oía ensimismado al profesor Ingensachay, el Lang Lang de los estudios culturales, veía subir por los ventanales de la sala los globos de colores, formando un arco iris, de la fiesta que se celebraba en los alrededores de la universidad. El profesor Ottmar Ette, buen amigo del homenajeado y de muchos de los que asistieron al acto, andaba de viaje por el mundo, mientras que los presentes brindamos con una copa de Rioja y una Bretzel, como no podía ser menos en un día tan plagado de acontecimientos memorables.
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viernes, 26 de junio de 2015

Humanidades digitales

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Véase aquí el índice del número, coordinado por María Morrás:
<http://www.insula.es/revista/humanidades-digitales-y-literaturas-hispanicas>.
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jueves, 25 de junio de 2015

10 años de Libros del Asteroide

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En su catálogo aparecen libros de Manuel Chaves Nogales, Josep Pla, Léo Malet, Valentí Puig, Antoni Marí, Gaziel, Joaquim Amat-Piniella o Marcos Ordóñez, entre otros muchos.
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martes, 23 de junio de 2015

De `Oscura lucidez´, de Mario Pérez Antolín, 1

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Un carterista fue entrevistado por un periódico local. Reproduzco a continuación un extracto:
—¿Cuándo te llevaste la mayor sorpresa?
—En una ocasión, la billetera solamente contenía un papel con esta frase: «Espero que la próxima vez tengas más suerte».
—¿Qué les dirías a los que sufren tus hurtos?
—Me quedo con vuestras carteras y, a cambio, os perdono la vida.
—¿Por qué elegiste este oficio?
—Es el más cabal dentro del hampa, ni siquiera tocas a tus víctimas.
—¿Hay un código deontológico?
—Aunque le parezca mentira, yo no cojo las pertenencias que la gente se deja olvidadas sobre las mesas de los cafés.
—¿Qué te da miedo?
—Encontrar mi foto en una de esas carteras. Mi madre me abandonó cuando tenía cinco años.
—¿Recuerdas tu primera vez?
—Sí, con el dinero que conseguí pude comprar una cartera de piel que aún no me han quitado.
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* Oscurra lucidez, de Mario Pérez Antolín, ha sido publicado en este año 2015 por la editorial Baile del Sol. El libro está prologado por Joan Subirats.
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domingo, 21 de junio de 2015

Más sobre el libro electrónico

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"En el fondo, el negocio del libro electrónico es algo de las multinacionales que quieren el monopolio y se van a cargar la divesidad del libro, de las librerías, de las editoriales. Pero la gente (a la gente mayor, a los jóvenes les trae sin cuidado) le gusta ser moderna, o aparenta serlo".
JACOBO SIRUELA, en una conversación con Juan Cruz, El País, 7 de junio del 2015.
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jueves, 18 de junio de 2015

La `Quimera´ de Gil de Biedma

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En el número de junio de la revista Quimera, que lleva una atractiva cubierta de Álex Noriega, destaca el informe sobre Jaime Gil de Biedma, sobre todo la conversación con Carme Riera, una de más mayores expertas en la obra del poeta y de todos los componentes de su generación. Pero en la conversación que Álex Chico mantuvo con la sobrina del poeta, Inés García-Albi, se nos cuenta que cuando esta se puso en contacto con el Ayuntamiento de Barcelona para rendirle homenaje, le comentaron que iba a ser difícil por tratarse de un poeta que escribía en castellano, así de clarito. Si estas cosas sorprenden todavía a alguien, es porque quiere sorprenderse... Del resto del número destacaría las conversaciones con Lobo Antunes, al que como dicen sus cuatro entrevistadores, solo hay que diluirse y dejarlo hablar. El narrador portugués, en la estela de Borges, se declara seguidor de Quevedo, le pone pegas a El Quijote y afirma que Galdós, si lo ponemos al lado de los rusos, es poca cosa. También me ha interesado la conversación con Víctor del Árbol, narrador al que siento no haber leído, aunque su entrevistador peca de lo contrario, de un excesivo protagonismo, pues a veces las preguntas son tan largas que se acercan al tamaño de las respuestas. Y, además, llama al fotógrafo Robert Capa, Kappa. Del Árbol me persigue, pues hace unas semanas, mientras comíamos plácidamente al sol en un restaurante italiano de la ciudad de Constanza, un narrador español que estimo mucho, me recomendaba sus libros.
Las secciones habituales de creación y crítica ocupan el resto del número, con un artículo de Fernando Clemot sobre el Testaccio romano (cuando recuerda el cementerio de los Ingleses, o acatólico, debería tener también un recuerdo para Labriola, Gramsci, Juan Rodolfo Wilcock y C.E. Gadda, quienes reposan allí, muy cerca de Shelley y Keats), unos microrrelatos de Carmen Camacho, y reseñas de libros de Manu Espada, Iván Teruel y Marta Sanz, entre otros. El número se cierra con un artículo sobre las "Redes sociales" de ese buen narrador que es Miguel Serrano Larraz. Pero quizá lo mejor del número sea la frase de Lobo Antunes: "No inventamos nada, no hay imaginación, solo hay memoria. La imaginación no es más que preparar los materiales de la memoria". 
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martes, 16 de junio de 2015

`Mediodía en Kensington Park´, de Javier Sánchez Menéndez

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LA PALABRA JUSTA
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Es la palabra justa la que conduce al poeta por el camino de la esencia. Desde el centro del parque aprendemos a respirar. Un pájaro sonríe cuando no sabes dónde dirigir la mirada y, acaso, si agachas la cabeza todo es mediterráneo. En un banco de piedra las sombras de los árboles hablan siempre en silencio. Te susurran palabras que debes construir, se tienen que ordenar. Primero la semántica, después los signos y todas sus combinaciones.
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En el centro del parque debes buscar un ritmo. Una fórmula mágica que agregue al ritmo el tono. La llaman armonía. Dicen que es un tratado. Me gusta que la noche interrumpa en silencio. Las sombras se confunden con el sentido extraño. Sentido inesperado que nos va suicidando.
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Por miedo a las manías debo ser muy sincero.
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Este cansancio es un estado civil como la soltería, el matrimonio o la viudez. Lo llevo ya conmigo. He perdido el anillo. El aro de metal, la joya de la vida. Lo he perdido en el parque. En el centro del parque. Y no lo encuentra nadie.
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Tengo a todos los pájaros buscándome el adorno. Algunos ya de vuelta me dicen que se marchan. Junto a la fuente mágica, la que chorrea palabras, una estrella refleja lo justo y necesario. No aparece el anillo. Debo vivir sin él. He lavado mis manos. He sacudido el agua en las plumas de aves que nunca me abandonan.
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Vuelvo al banco de piedra. Allí descansa el aire. Descubro en la poesía la maravilla y un puñado de esencia. La que uno necesita para escribir un verso.
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Amanece en el parque. Libre de la tormenta que dijo Garcilaso. Libre de todo rostro que recuerde un poema. En el centro del parque estos rayos de luz hacen nacer las sombras. Los árboles sonríen. Los pájaros prosiguen y buscan un anillo que me devuelva el tono. Y un cansancio se lleva la palma de todos los recuerdos.
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Este texto de Javier Sánchez Menéndez forma parte de su libro Mediodía en Kensintong Park, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015. 
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domingo, 14 de junio de 2015

Oferta de `Los cuadernos de Mangana´

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Os dejo el enlace de la colección de Los cuadernos de Mangana, de Cuenca, ofrecidos a un precio más que razonable por su editor Alejandro Dolz, a cuyo correo podéis dirigir vuestros pedidos: <http://cuadernosdemangana.blogspot.com.es/>.

Se trata de libros, ahora ya raros de encontrar en el mercado, escritos por algunos de los escritores y críticos más importantes de la literatura española actual, sobre todo en los géneros de la narrativa y la poesía.


viernes, 12 de junio de 2015

Las `Microcósmicas´, de Esther Andradi

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HIPATIA
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En Hipatia las damas van a misa los domingos y los caballeros juegan a los naipes en los bares debidamente cruzados de piernas. La cofradía de mujeres teje y desteje ruegos mientras los hombres se entregan a las reglas del juego. Después corren detrás de la pelota y las señoras ordenan el almuerzo. Entre perejiles y garbanzos la vieja criada traduce el futuro en una concha de nácar hallada en el costado izquierdo de la iglesia de San Cirilo. Alguien morirá en Hipatia provincia de Santa Fe buscando el acertijo de la vida escondido en la espiral de un caracol. No pregunten de quién es el cráneo. No inquieran las razones de su suerte. Den por sentado que la muerte no será causada por bronquitis o rubéola. Pero su piel no cubrirá ninguna biblia. Su pellejo será el pergamino donde una criada descifre la clave del porvenir mientras las damas ordenan el almuerzo.
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Los hombres corren detrás de una pelota. Esta vez no la alcanzarán.
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* Este libro de microrrelatos ha aparecido publicado en la Editorial Macedonia, de Morón (Buenos Aires), en este mismo año 2015. La atractiva ilustración de la cubierta es obra de Jesús Acevedo.
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jueves, 11 de junio de 2015

`Territorios de la cultura´, suplemento del diario El Correo, premio al Fomento de la lectura

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El suplemento cultural del diario El Correo, de Bilbao, que aparece todas las semanas dirigido por César Coca, ha obtenido el Premio Nacional al Fomento de la Lectura, un reconocimiento que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. El cuaderno, que ocupa 16 páginas, está escrito en castellano y en vasco.
Hace unos meses le dediqué una entrada en el blog, cuyo enlace es: 
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lunes, 8 de junio de 2015

Sobre `Las letras entornadas´, de Fernando Aramburu

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LAS TRES EDADES DEL HOMBRE                             
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Este es uno de esos libros que siendo atípicos por su naturaleza resultan cada vez más frecuentes en nuestras letras, pues baraja con absoluta naturalidad la autobiografía y el ensayo. Sin embargo, no es la primera vez que lo memorialístico aparece en la obra de Fernando Aramburu, como puede comprobarse en Fuego con limón, Viaje con Clara por Alemania y Años lentos. En Las letras entornadas (Tusquets, Barcelona, 2015) cuenta cómo los jueves, a lo largo de once meses, el narrador, un hombre maduro identificado con el autor, conversa y le lee textos a un personaje que denomina el Viejo, quien ya en la primera página se define como “un disfrutador”, aunque tenga 79 años y se encuentre casi ciego.
Está compuesto por 32 capítulos, cada uno de ellos dividido a su vez en dos partes. En la primera, compuesta en cursiva, aparece el marco donde se cuentan las historias y enuncia las opiniones o reflexiones sobre los temas que trata en su obra o el papel que desempeña la experiencia personal en sus ficciones. El marco se sitúa en la casa del anciano, quien propicia los encuentros mediante la conversación, buenos y variados vinos, rico picoteo y una surtida biblioteca. En la segunda parte del capítulo, en redonda, se expone un asunto cuyo origen suele ser un texto publicado por el narrador.
La mecánica de la conversación estriba en que, en esencia, el narrador cuenta y el Viejo escucha, porque atender es la forma que tiene de recordar, de volver a ser quien fue. Así, nos habla del niño que se crió en San Sebastián en una familia obrera; rememora sus primeras aficiones y lecturas, el distanciamiento de la religión; homenajea a sus padres y a su tío Basilio Nebreda (personaje que daría para una narración independiente), a los maestros que alentaron su vocación y a dos amigos queridos, quienes lo alentaron en privado: el profesor Juan Manuel Díaz de Guereñu y el poeta Francisco Javier Irazoki. Todo lo cual lo lleva a reflexionar sobre su incipiente ambición por salir del medio al que por nacimiento y condición social parecía predestinado, para lo que se vale de la formación cultural, rompiendo así la cadena del destino, además de recordar su sueño temprano de vivir en otros lugares. Ambos deseos se cumplirán, al convertirse en un reconocido escritor; y acabar residiendo en Alemania, donde se casa y nacen sus hijas.
 
 
Pero también nos encontramos con atinadas reflexiones sobre autores y obras de su preferencia: El Quijote; Lorca, el primer escritor a quien quiso parecerse; dos autores muertos jóvenes: Félix Francisco Casanova y Wolgang Borchert, que fue quien inauguró en Alemania la literatura del trauma y las ruinas; clásicos contemporáneos como Dostoyevski, Thomas Mann o Camus; nuevos nombres: Marcos Giral Torrente, Juan Gracia Armendáriz o Pilar Adón; Aleixandre, Mercè Rodoreda y un Celaya visto en claroscuro; junto con algunos de los grandes escritores vascos en castellano: Blas de Otero, Ignacio Aldecoa y Ramiro Pinilla. E incluso se ocupa del crítico literario Marcel Reich-Ranicki y de sus atinadas opiniones sobre el oficio: sin amor a la literatura no hay crítica, que debe escribirse con claridad, sin jergas ni tecnicismos, y tiene que sustentarse en el gusto personal producto de numerosas y bien asimiladas lecturas (p. 169).
Todos estos comentarios a veces aparecen vinculados con su propia obra de ficción, como cuando reconoce el cervantismo de su primera novela; recuerda las acciones del grupo CLOC de Arte y Desarte, o el invento del chestoberol. De todas formas, el homenaje más emotivo es el que les rinde a los responsables de la librería Lagun, donde Aramburu empezó muy joven a comprar libros, mítico establecimiento destrozado primero por la violencia de la extrema derecha franquista, y luego por los abertzales. Para alguien que lleva tantos años viviendo en Alemania, tampoco podía estar ausente el nacionalsocialismo, aquí tratado a través de la historia trágica de Victor Klemperer. Aramburu se plantea además cuestiones literarias esenciales, desde cómo fomentar la lectura entre los jóvenes, qué tipo de ciudadano es un escritor, en qué consiste un buen poema, quién debe sostener la literatura, qué es la realidad, qué papel desempeñan los personajes en la novela, o su socarrona opinión sobre la consabida y supuesta muerte de la novela. A veces, nos proporciona respuestas muy sensatas, pero en otras ocasiones saben a poco, como cuando trata de la literatura erótica, aunque no debería olvidarse que estas consideraciones se dirigen a un público lector, no a los expertos.
Pero por qué las letras entornadas. Quizá porque el autor prefiera los libros abiertos a consideraciones diferentes, pues al fin y a la postre no son sino otro eslabón más de esa interminable cadena que es la tradición literaria. El caso es que trate el tema que trate, ese humor socarrón que cree haber heredado de su padre se expande por todo el libro, oxigenándolo. Se cierra, tras diversas disquisiciones, con la noticia de que el Viejo tiene que abandonar su casa e instalarse en un hotel porque la corroen las terminas, lo que les proporciona una excelente excusa para analizar “Casa tomada”, el cuento de Cortázar. En el comentario que cierra el libro, en la última línea, se desvela la personalidad del Viejo, si es que no la habíamos intuido ya.
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Se trata, en suma, de un libro sobre las tres edades del hombre: el niño que fue, el hombre que es hoy Fernando Aramburu y el anciano en que piensa que se convertirá. Pero observando la foto de la cubierta diría que en ese niño de 8 años que se lleva la mano al corazón, mientras le da una calada a un cigarrillo, está ya el escritor que será, pues como nos confiesa: “noto un vínculo incesante entre el adulto que escribe y el niño que ideaba ocurrencias maliciosas para vencer el aburrimiento” (p. 204), e incluso en su gesto se intuye al viejo disfrutador. No me cabe duda de que este libro, inteligente y ameno, llegará a ser imprescindible para todo aquel que quiera entender mejor su obra.
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* Esta reseña ha aparecido publicada en la edición española de la revista Buensalvaje, núm. 3, mayo y junio del 2015, p. 6.
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sábado, 6 de junio de 2015

Diálogo de sombras, por Emilia Oliva

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Dos escritores de larga y rica trayectoria: Elías Moro y José Luis Bernal acaban de publicar sendos libros en la colección la Luna de Poniente (Editorial De la luna Libros). Elías Moro es autor de obras de géneros diversos: relatos, aforismos, microrrelatos, poesía; se encuentra en plena vorágine de presentación de dos libros recién horneados y sostiene un blog, El juego de la taba, del que ha salido su último libro de aforismos Algo que perder (Editorial La isla de sistolá).  José Luis Bernal es autor de múltiples ensayos, artículos de investigación y tres libros de poemas Primavera invertida (Editorial ERE) El alba de las rosas (ERE). Dos poetas: Moro cerrando esta maravillosa colección de la Luna de Poniente. Bernal  con un libro de poemas después de un largo silencio. Dos hombres: Moro sigue las huellas: hay un rastro; y Bernal dice no saber: tratado de ignorancia. Es decir, que avanzaremos a tientas, terreno por el que la buena poesía gusta de adentrarse para trazar mapas que sirvan de aviso para navegantes.
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Bernal nos propone un periplo al modo de un Ulises con alzheimer o de un Orfeo que regresa con las manos vacías y las preguntas sin respuesta. Moro nos ofrece un caleidoscopio para mirar el mundo como lo haría una cámara cinematográfica con perspectivas múltiples. Hechos simultáneos en el tiempo son abordados como a través de un prisma, pero no hay refracción de luz, ni arco iris. Es una película en blanco y negro, con una amplia gama de grises tachonada a trechos de manchas cárdenas.
Ambos han decidido invitar a su mesa a algunos fantasmas y se han puesto a dialogar con ellos. Diálogo de sombras son sus versos. Los poetas muertos son convocados por Bernal que interroga su obra y se aventura hacia un nuevo ángulo de visión. Las secuencias de la barbarie –casi cinematográficas-  y los hombres que las sufrieron invaden el texto de Moro. Si Bernal se asoma al hombre como uno, como individuo; Moro ha de batirse con el anonimato, la masa, la muchedumbre para traernos lo concreto de los cuerpos de las víctimas que se pudren en el olvido.
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Ninguno de los dos libros es de lectura amable. Moro utiliza un registro de lenguaje descarnado, seco. Bernal se adentra a encontrar sentido a la vida, que es tan incomprensible a veces.
La dualidad recorre ambos libros. En Bernal se trata de un desdoblamiento: de un lado, el investigador y erudito; del otro, el poeta. El erudito proyecta la trama y organiza la materia que va pacientemente tejiendo el otro, el poeta; el investigador aporta el poso de lecturas y el poeta hace florecer sobre ese lecho sus versos.
La dualidad en Moro es de otra índole. Tiene que ver también con la trayectoria de escritura. El plano secuencia cinematográfico está presente en la organización del poema y del libro. El Moro narrador impulsa en este libro la creación poética.
Si reconstruir lo acaecido frente al olvido es la tarea de Moro. Bernal nos conduce al derrumbe absoluto del ser, a la erosión sin pausa del olvido.
Ambos se adentran por los caminos poéticos bien definidos por la tradición: amor, muerte, memoria, olvido… Bernal, aupándose sobre los hombros de poetas que ama y lee: Luis Cernuda, omnipresente, Antonio Machado, Jorge Luis Borges, Rubén Darío....  Moro quedándose suspendido en el tiempo, en una brizna de historia, convierte al sujeto poético en testigo que recuerda la voz  que ve, que indaga en ese ver, arranca en cierto modo como Chantal Maillard en Matar a Platón. Ambos, Bernal y Moro, se adentran a tientas, por caminos de sombra, y revelan ángulos muertos, hacia donde no vamos, o no miramos, o no queremos ver.
Si Moro estructura su libro en 6 partes que reconstruyen un relato de hechos y lo hacen avanzar del paisaje y lo animal, al entramado social, para acabar en el hombre y el yo poético acaba dando voz a los muertos; Bernal no nos da sino un esbozo de trama a través de tres citas literarias que funcionan como obertura y cierre, con un epílogo.
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Los referentes de Moro son históricos. Recrea situaciones que pudieron suceder así como nos las presenta e indaga en ellas: muertos en las cunetas, cadáveres a cielo abierto, guerra, ejecuciones, derrota, hambre, trenes de la muerte, exilio, genocidio, desolación, miseria.  Los referentes de Bernal son poéticos, literarios: preceptiva barroca de Baltasar Gracián, Donde habite el olvido de Luis Cernuda, Juan de Mairena de Antonio Machado… y  vivencias personales: encuentros, ausencias,  instantes, emociones, olvidos, balance, ajuste de cuentas con la vida.
Intento establecer los puntos de intersección y de alejamiento entre ambos libros puesto que ambos abordan el olvido como eje de coordenadas de sus poemas.
Moro nos enfrenta a un problema ético, y nos ofrece una perspectiva múltiple desde el ángulo de la reivindicación y la justicia: no hay que olvidar a las víctimas.  Bernal nos enfrenta a las vivencias, a la erosión a la que nos somete el olvido en tanto que hombres. Lo que no quiere decir que la plasticidad pictórica, cinematográfica, que he referido como elemento característico de los poemas de Moro, esté ausente de los de Bernal. No lo está. O que los referentes literarios estén ausentes de los poemas de Moro.
La muerte, presente en ambos libros, es física, corporal en Moro; es terreno de exploración del ser en Bernal y está impregnada de trascendencia.
El amor que es un apunte metafórico en el libro de Moro: “No son promesas de amor / grabadas a cuchillo en su corteza”. En el libro de Bernal es pura médula.  El color del amor / es el olvido. El color de la muerte / la memoria
En ambos, está presente, omnipresente, la batalla del tiempo. Desde dos perspectivas diferentes: en Bernal, la batalla perdida del hombre que envejece: “Decirles que nos queda poco tiempo y maltrecho / para dar las respuestas a todas las preguntas / que la edad nos escupe con obstinada furia”. En Moro, la batalla perdida de la víctima: “los superviviente envejecen / más deprisa de lo que es necesario
Las trayectorias paralelas de ambos libros se tocan en un punto, dos poemas: “ARBEIT MACHT FREI”, el trabajo os hará libres, (Moro) y "Auschwitz” (Bernal); o lo que es lo mismo, ese punto en el que el hombre abandona su estatus de hombre en aras del amanecer de un hombre nuevo; ese momento en el que ya no sabemos qué es un hombre, que nos conduce a la barbarie, que sigue siendo actual, reiterativa y burda, y que no cesa. El punto de inflexión entre civilización y barbarie.
No es posible mirar la muerte, el derrumbamiento del ser, la devastación o el horror de la barbarie, y salir indemnes. Hacerlo a través de la palabra decantada poéticamente es recibir el fulgor del hallazgo que nos hace temblar, como el relámpago, a la vez que nos dejamos impresionar por su belleza. Así van decantados los poemas de ambos libros. Y si no encontramos en ellos explicación a la muerte inútil de las guerras (Moro) o al sinsentido de la existencia (Bernal) al menos nos ayudan a descubrir en su justa medida lo que es ser hombre y a encontrar el camino para alejarnos de la cómoda irresponsabilidad de quien vive en un mundo feliz.
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José Luis Bernal
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BREVE TRATADO DE IGNORANCIA
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He destinado algunos de mis trabajos al juicio.
Este se lo dedico a la ignorancia.
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Todo comenzó con el olvido,
con el olvido mismo,
no con su habitación.
con esa niebla
que congela las rosas,
que confunde herbolarios
con prados de azucenas
y enhebra primaveras
en el cordel del día.
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El olvido me trajo a la ignorancia,
la acomodó en mi casa
como una gran señora,
que leía mis libros
engullendo su sangre.
toda una biblioteca hecha mortaja,
sin pulso ni melindres,
como piedra entre ortigas.
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El amor cabizbajo
era un valle de lágrimas
y la esperanza un verde
regado por el llanto.
Los dones se esquinaban
y el aire los batía
como bate el deseo
los corazones tiernos.
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Desánimo de altura,
tan profundo,
que yo mismo ignoraba su estatura.
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Ni el tiempo ni la vida sosegada
me explican el derrumbe.
mis sentidos expiran
sin perder la sonrisa
y el olvido me duele
como el primer día
que el tiempo ha desahuciado en el recuerdo
para no hacer mudanza en su costumbre.
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He olvidado estos versos
al final del poema
como expósitos trastos
del que ha mudado el alma.
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Elías Moro
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No son promesas de amor
grabadas a cuchillo en su corteza,
no el susurro del viento
bailando por entre las hojas,
no esa leve humedad
-niebla en gestación,
suspendido rocío-
que se avecina dulzona
desde el riachuelo más próximo
lo que guarda entre sus pliegues,
sino salpicaduras cárdenas,
rastros y heridas de plomo,
llanto reseco e infértil
en las angosturas del tronco
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Un miedo,
impalpable y cierto,
de la raíz a las yemas.
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miércoles, 3 de junio de 2015

Variaciones sobre Chuang Tzu, por Sergio Astorga

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Ensoñación
Cuando la mariposa regresó del sueño, nunca estuvo segura si el hombre que vio era la misma larva con el nombre Chuang Tzu.
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Certitud
Cuando Chuang Tzu se soñó mariposa para dejar de ser hombre, la mariposa siempre se soñó mariposa.



lunes, 1 de junio de 2015

JUAN DARIAS

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El aplaudidor
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Tras un tiempo en el paro fue lo único que encontró: aplaudidor. Jornada completa, disponibilidad absoluta. El salario era bueno y la Empresa se encargaba del transporte. El trabajo era sencillo: aplaudir, reír, levantarse, sentarse, gritar. Actos simples a indicaciones del regidor.
Entre platós pasó los años y las décadas y se convirtió en un verdadero profesional: un aplaudidor frío, aséptico, entregado a la causa. Ocultaba su pasado anterior a la Empresa. Si algún nostálgico le preguntaba, mentía. Aquel ser que entretejía utopías colectivas le parecía tan ajeno como un mal sueño, un pasado del que arrepentirse. La Empresa le había dado un motivo para vivir, un papel que cumplir en su tiempo y su espacio. Por eso cuando lo ascendieron a regidor se sintió orgulloso: después de tantos aplausos al final era él quien daba las órdenes.
El día del incidente, por fin, devolvió a la Empresa la confianza mostrada. Durante la entrevista semanal al presidente, tras él indicar aplausos, un joven aplaudidor había permanecido impasible. Un primer plano de público febril ante la locuacidad del mandatario y él sentado sin mover un músculo. Pero anduvo rápido: llamó a seguridad, que inmediatamente comenzó a golpear al joven con sus porras. Acabó cayendo al suelo, pero él ordenó con un ademán que los guardias siguieran con su labor. Mientras, el resto de aplaudidores permanecían impasibles, quietos. Los telespectadores miraban desde casa, inquietos. Y aún con miles, millones de ojos sobre sí, miró a su alrededor y ordenó, decidido, “¡qué continúe el espectáculo!”. Y todos, aplaudidores, espectadores y hasta el propio presidente, cumplieron con lo que les pedía. El júbilo desbordó el plató, las casas, las calles y las ciudades. Él, por su parte, sonrió como los héroes orgullosos por el deber cumplido.
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* Juan Darias (Puerto del Rosario, 1977) reside en Fuerteventura, donde imparte clases en un centro de enseñanza secundaria. Escribe el blog Sombras en el aire y colabora con la revista digital Diario Atlántida. El microrrelato es inédito.
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